Defensa personal para entornos urbanos tropicales

Los manuales de defensa personal aseguran que la mejor defensa es evitar la confrontación, medir el riesgo antes de que ocurra el daño es lo primordial. Como dicen los refranes: de héroes está lleno el cementerio y el que huye vive otro día para contarlo. Sin embargo, en una ciudad portuaria del Caribe colombiano, donde la competencia, el hambre y las desigualdades sociales atormentan a las personas -incluso dormidas-, no sirve de nada rehuir el problema. Tarde que temprano alguien mejor adaptado a la agresiva vida urbana vendrá por la espalda o de frente con una sonrisa e intentará quebrantar su barrera psicológica usando la violencia. Tenga presente que los individuos propensos a atacar no suelen reflexionar sobre las consecuencias de sus atropellos, para ellos la violencia es natural y está justificada. No siempre será para robarle, los ataques surgen también por frustraciones o experiencias dolorosas. La agresión puede ser gratuita. La soledad y el empobrecimiento emocional, la violencia intrafamiliar, verbal y la que transmiten los medios de comunicación, así como los entornos sociales desfavorables e inclinaciones genéticas condicionadas hacia la violencia, son los principios gestores de la agresión en la mente del psicópata. Según Michael Korn, en su libro Defensa personal para niños y adolescentes, fortalecer la autoafirmación, así como escuchar la voz interior y no sucumbir ante el miedo son puntos claves que se deben reforzar. Si bien la memoria muscular es un factor determinante al momento de reaccionar, es la mente la que debe pasar por el entrenamiento más intenso. Sepa dónde poner límites y conozca de lo que usted es capaz. Tenga cuidado más que miedo y recuerde improvisar nace de la necesidad.

Barranquilla es una ciudad en la que el progreso llega de forma dispareja. La que otrora fue el puerto más importante del país es hoy una ciudad con idiosincrasia de provincia. Es habitual, por ejemplo, que vehículos de vidrios oscuros recorran la ciudad alardeando de sus equipos de sonido que proclaman vallenatos y reggaetón, especialmente los fines de semana. Esta es una ciudad donde no existe la noción de espacio personal, donde el espacio público significa oportunidad para vender algo y en la que la contaminación auditiva es vista como una muestra de lo alegre, pintorescos y espontáneos que son sus habitantes. “Es un problema cultural” suelen decir cuando alguien trata de explicar por qué cada vez se desordena más la convivencia, como si la cultura fuera un problema. En la “Capital americana de la cultura 2013” se entiende folclor por cultura. Hacerse el loco cuando el perro deja su aporte fertilizante en el antejardín del vecino es folclor, así también colarse en la fila del supermercado, adelantar en contravía a quienes esperan el cambio del semáforo o tener mujeres embarazadas en puntos equidistantes de la ciudad. También están los arribistas que desean recrear Miami en su barrio, con la diferencia que cuando van de visita a la extensión cubana en Norteamérica son colombianos ejemplares, que saber estacionar, respetan las normas de tránsito y hasta son amables con los que les sirven los venenosos combos agrandados.

Las historias de acoso, sexual y por abuso de autoridad o fuerza ocupan también las páginas de los diarios locales: Extorsionistas que delinquen desde las cárceles; falsos clientes de entidad financiera que después de preguntar por los servicios desenfundan armas de fuego y se roban el equivalente a diez mil dólares; vendedoras de lotería baleadas en serie; pandilleros armados con machetes que aterrorizan barrios marginales; fleteros que asaltan a una religiosa en un colegio y le roban ocho millones y medio de pesos; comerciante descendiente de inmigrantes que desaparece sin dejar rastro; abusos sexuales hacia niños por parte de sus mismos familiares, sólo por mencionar algunos de los más recientes.

El trópico es tan fértil en engendros como en especies de mangos. Lo que puedes escuchar de las propias víctimas, las que no tuvieron cubrimiento noticioso, son igual de vulgares: mujeres acosadas por taxistas drogados, chicas manoseadas a espaldas de otros en lugares públicos, piropos que violan el espíritu de quién los recibe. Alguna saldrá bien librada pateando al agresor en los genitales y golpeándolo en las costillas, pero generalmente sólo queda el miedo inyectado en sus médulas óseas. En este microcosmos de misóginos alcohólicos engullidores de fritos y sopas de tubérculos, cuya vida espiritual se limita a machistas oraciones dominicales, cabe ser diestros en deslizar la pinga por los culos apiñados a hora punta, sea en los buses, discotecas y avenidas transitadas. Al final de cuentas estamos en la “cultura” de el que peca y reza, empata.

Si consideramos que hay un grupo de delincuentes conocidos como El cartel de la escopolamina, esa frase de cajón que asegura que Barranquilla es el mejor vividero de Colombia no pasa de ser una frase pegajosa que hizo costra. Si tiene la fortuna de ir en un vehículo blindado y debe presenciar un robo a un taxi, el corazón en la boca asfixiándolo le hará querer largarse de aquí para siempre. Pero si va a pie, le gusta su terruño violento y lo abordan dos disociados de la hospitalidad, ¿qué hará? ¿Les contará uno de los chiste racistas, homofóbicos o zoofílicos que tanto gustan por aquí? ¿O quizás se lanzará hacia el arma, como un kamikaze inseguro de sus seguridades?

En años recientes se ha extendido la práctica de métodos de defensa personal traído de otras latitudes, especialmente el Krav Maga israelí. El Taekwondo permanece a la cabeza de las artes marciales más practicadas, seguido a la distancia por la Capoeria, el Jiujitsu brasileño y el Hapkido. En los colegios y escuelas se sigue enseñando educación física y deportes tradicionales con la robótica disciplina de los colegios religiosos de antaño, que buscaban formar más borregos saludables que ciudadanos capaces de defenderse en el mundo hostil que los espera afuera. Queda en mano de los padres inscribir a sus hijos —y quitarles por unas horas las series infantiles, caricaturas, videojuegos y otros dispositivos electrónicos—, o esperar a que los niños crezcan y se matriculen por su propia cuenta, quizás cuando ya sea muy tarde para evitar abusos traumáticos.

Teniendo en cuenta las particularidades de la ciudad caribeña antes descrita, el instructor Irvin Eved Pereyra —cinturón rojo de la liga de Taekwondo del Atlántico y cinturón blanco tercer dan en Jiu Jitsu brasileño—, y la Shifu María Elena Bernal —maestra de Shaoling Kung Fú y Tai Chi— desarrollaron el Street Box Combat y su equivalente para defensa personal femenina —en la que predominan los movimientos del Kung Fu y se enfatiza la defensa hacia agresores sexuales—. Este método de defensa personal se asienta en las bases de Boxeo, Taekwondo, Muay Tai, Jiu Jitsu brasileño, Sambo y Krav Maga. Los entrenamientos consisten en ejecutar repetidamente múltiples formas de defensa y ataque, de tal forma que el cuerpo del ejecutor vaya seleccionando los que sean de su mayor comodidad. Si bien algunos de los que hacen parte del grupo han tenido experiencias en otras artes marciales, los que no han tenido ninguna se adaptan con facilidad. En pocas semanas se condiciona la memoria muscular, los instintos y los reflejos se van agudizando. Antes de ser consciente de ello dejará de ser un analfabeta marcial para convertirse en un aprendiz capaz de neutralizar a un abusador.

El combate callejero puede darse en cualquier momento, lo desee o no. El Street Box Combat es una buena forma de acercarse por primera vez a las artes marciales tradicionales. De ahí en adelante depende de usted aprender más de la fuente pura de donde mana el conocimiento ancestral, o si prefiere, continuar estudiando un método de defensa personal que le enseñe las opciones que tiene en caso de ser atacado. Tener un par de ideas de cómo reaccionar le permitirá andar más tranquilo sin dejar de estar atento, atrás quedarán los días del miedo paranoico a ser atracado, o en el caso de las mujeres, de ser violadas de hecho, intensión o de forma verbal. Gane confianza sin perder la cautela: la vida en occidente es competitiva, desigual, y por tanto, violenta.

Barranquilla

Mercado, por Maria Grazia Montagnari

Ser cauto

Dice un maestro del arte de la guerra:
(En la guerra) es preferible
Ser huésped que anfitrión.
Es preferible retroceder medio metro
Que avanzar un centímetro.

A esto se le llama
Progresar sin avanzar,
Rechazar sin defenderse,
Vencer sin atacar,
Replicar sin herir.

No hay peor calamidad
Que desestimar al enemigo,
Porque se arriesga lo más preciado.
Por eso, en una guerra
El ejército vencedor será
Aquel que más precauciones tome.

(Tomado del Tao Te King, traducción de Ernesto Nesh.)

by Francesco Vitola Rognini

es comunicador social y periodista de la Universidad del Norte, Colombia. Master en periodismo de la Universidad de Barcelona y la Columbia University de NY. Trabajó como profesor en la Universidad del Norte y en la Universidad Autónoma del Caribe. Shoninki en formación. En twitter es @francescovitola.

3 Replies to “Defensa personal para entornos urbanos tropicales”

  1. 3
    lizandro

    Un artículo lleno de pretensiones argumentales. Sus indagaciones caen en la obviedad. Simula ser un artículo escrito por un joven de secundaria cumpliendo sus afanados deberes. Más profundidad para la próxima y algo de veneno literario.

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