Hace ya algunos años, cuando todavía ejercía como docente, escuché, un tanto divertido, el lamento de un colega de la enseñanza secundaria. El profesor arremetía contra las nuevas directrices del Departamento de Educación de Nueva Gales del Sur que enérgicamente desaconsejaban realizar comentarios de tono irónico respecto a estudiantes cuyo trabajo y dedicación dejaran que desear. Aquel compañero decía, y con razón, que el sarcasmo y la ironía estaban probablemente entre las mejores herramientas educativas a disposición de los docentes.
El género satírico ha sido cultivado desde la antigüedad, desde Aristófanes en Grecia a Horacio y Juvenal en Roma. Que la sátira es extraordinariamente efectiva para llamar la atención sobre cuestiones candentes lo demostró ampliamente en 1729 Jonathan Swift en su breve A modest proposal for preventing the children of poor people in Ireland, from being a burden on their parents or country, and for making them beneficial to the publick (disponible aquí), en el que la sugerencia hiperbólica es que, con el fin de erradicar su pobreza endémica, los campesinos irlandeses podrían vender a sus niños como comida para los ricos. Todos ganan: A win-win situation!
En la actualidad no parece prodigarse la sátira de calidad, y por eso, cuando uno se encuentra con un buen ejemplo, se convierte en motivo de celebración. ¿Y qué mejor manera de celebrarlo que compartiéndolo con los amigos y lectores de HermanoCerdo?
Phillip Adams, veterano presentador del programa de radio australiano Late Nite Live – aquí –, emulaba a Swift con sobrada pericia en su columna semanal para el suplemento del rotativo The Australian el pasado fin de semana, con su sarcástica solución al problema de los inmigrantes ilegales (refugiados afganos e iraquíes en su gran mayoría) que tratan de llegar a las tropicales costas norteñas de Australia desde Indonesia en pequeños barcos pesqueros similares a cayucos.
“No es momento de sensiblerías ni sentimientos delicados. No lo es cuando cada uno de los solicitantes de asilo político supone la pérdida de votos para nuestros esforzados políticos, y cuesta un ojo de la cara el tratamiento de los hidrofóbicos brotes de rabia con espumarajos en la boca que se producen entre la rábida y virulenta derecha reaccionaria en la radio. Pese al riesgo de que resulten equívocas las metáforas, hagámonos los suecos ante tanto sensiblero humanitario: y si no podemos detener a los traficantes de personas, aprovechémonos al menos de ellos”, sugiere Adams.
Y prosigue: “Ya no podemos depender de los brotes de enfermedades para que reduzcan los números en los campos de refugiados del extranjero”. “Tampoco podemos ya confiar en las barcas desvencijadas ni en el mal tiempo para que se ahoguen los refugiados en números suficientes. Aunque el SIEV-X[i] agregó 353 al número de muertes que ya se acerca a los varios miles (y el más reciente incidente ha contribuido 30, una cifra nada desdeñable, al total), nos enfrentamos a gente tan desesperada que no para de venir”.
La solución, dice con sutil sarcasmo Adams, sería convertirlos a todos en esclavos. La esclavitud, no debemos olvidarlo, sirvió para que todos los grandes imperios de la historia alcanzaran su posición de supremacía, y ayudó también a que los Estados Unidos se convirtieran en gran potencia económica en el siglo XX. “De seguir este histórico ejemplo, Australia podría convertir un gasto (la gente que viene en cayucos) en una fuente de ingresos (la explotación de esclavos). Los mochileros resultan demasiado caros”, añade el distinguido locutor.
Espero que el lector aprecie el sarcasmo de las palabras de Adams. Dados los tiempos que vivimos, recurrir a este penetrante y mordaz género de la literatura, la sátira, vendría muy bien para divulgar una realidad que queda oculta porque los mainstream media no quieren darla a conocer.
[i] Siglas correspondientes a ‘Suspected Illegal Entry Vessel’. La X representa, se supone, el número diez.
nació en Valencia en 1964. Vive en Canberra, donde se dedica a la traducción y a la lectura. Escribe en el blog Notas Literarias,. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
Un bon article, Jorge. Tota la raó: la sàtira, el sarcasme, la ironia són eines educatives que ensenyen els joves a pensar. Ara que em dedique a la docència m’adone de com de difícil els resulta als alumnes de llegir entre línies i de captar els missatges amb doble sentit. I, tanmateix, cal ensenyar-los aquestes eines fonamentals perquè el dia de demà no els enganyen o, almenys, perquè puguen escapolir-se de les múltiples formes d’esclavatge de la societat consumista capitalista insaciable.
Juli, sería genial que tu comentario estuviera también en español. No he entendido mucho. Un saludo.
Gràcies pel teu comentari, Juli.
La situación en Australia es tal que la sátira de Adams da en el clavo. Si se comparan los números de personas que intentan cruzar el estrecho de Gibraltar con los de las personas que tratan de llegar a Australia por el norte y solicitar asilo político (muchos más lo hacen en avión), el mal llamado ‘problema’ resulta risible.
Pienso que se escribe muy poca sátira de calidad hoy en día, y su eficacia docente es innegable.
Por cierto, la sugerencia de Mauricio es apropiada; estoy seguro que a muchos lectores de HermanoCerdo les encantaría tener acceso a otras lenguas, como el català, pero no tienen la opción de hacerlo.
Salutacions,
J.