El día que la serpiente llegó al Paraíso

ceremonia inaugural fil

Ceremonia inaugural de la Fil 2014

 

«¿Existe literatura sin conflicto?», «¿Tienen sentido las literaturas nacionales?», «¿Puede una traducción mejorar un original?», «¿Es la autoayuda un género para analfabetos?»

Preguntas que dormitan año tras año en los altavoces de los salones de la FIL, a la espera de algún ponente que las reinvoque.

Como no podía ser de otra forma, Juan Bonilla, Alonso Cueto, Mónica Lavín y Juan Jesús Armas Marcelo, en el coloquio La narrativa de la lengua española, que se ha celebrado el primer día de esta feria, nos han dado sus respuestas.

 

1. «La literatura sin conflicto no es literatura»

Se supone que las letras cumplen la función social de resolver o darle un sentido al mundo en que vivimos.

«Los mitos y las leyendas se inventaron para explicar fenómenos naturales como las tormentas o las erupciones volcánicas», explica Cueto.

Algunas veces, los libros responden a una pregunta con otra pregunta que el lector debe responder, aunque esto es hablar ya de narrativa o técnica, no de finalidad.

De finalidades ya hablaban los griegos, que hicieron de la literatura una herramienta de educación ciudadana. Sin embargo, la educación de hoy pasa cada vez menos tiempo en las aulas de las facultades de Filosofía y Letras. Quizá sea esto porque a la política contemporánea sólo le gusta leer el índice de ingresos que generan estos diez días de bacanal literaria. Puede que sea también porque la guerra con las Ciencias es infundada y conveniente para algunos sectores (precisamente en Grecia, los filósofos criticaron la poesía alegando que daba una imagen impropia de los dioses, con la intención de retomar el poder en la polis que, cada vez, quedaba más en manos de los poetas, a lo que estos respondieron  inventando la lectura alegórica). O puede que la respuesta se halle en el hecho de que las Humanidades no han sabido adaptarse a los tiempos que corren y prefieren jugársela a mamar de una subvención estatal antes que a renovarse.

 

2. «Toda tradición es una convención»

La tradición de un lector y de un escritor se encuentra en sus lecturas, no en su lengua, ni exclusivamente en la literatura de la tierra donde nació.

Una vez, un reconocido crítico español dijo en una clase que no entendía cómo podía alguien sentir más afinidad con la literatura de otros países. Para mí, existe la misma distancia física hacia la Academia Enfield de Tenis de David Foster Wallace, o al desierto de Los detectives salvajes, como espacio temporal hasta el Madrid de posguerra de Luís Martín Santos. Pero sucede que me identifico más con los americanos que con el español. Este último sólo me interesa desde una lectura histórica o académica. Esto no es una crítica a Luís Martín Santos, sino a la forma en la que se estudia y se cataloga la literatura tanto en las instituciones como en los medios.

 

3. «Buenismo y literatura»

Sobre el asunto de la relación entre la literatura y el conflicto, Cortázar ya había hecho un best-seller de notas ingeniosas, que aparecen tantas veces en las citas de los libros de muchos literatos:

«De las buenas intenciones nace la mala literatura».

Muchos pensarán que esa mala literatura es la autoayuda. Lo curioso es que, cuando un oyente en desacuerdo con la afirmación de que este género es para analfabetos, pide al ponente que ha formulado tal afirmación que se explique, éste responde con un «Lea El viejo y el mar, ahí encontrará mejores respuestas».

Como ocurre muchas veces con la crítica literaria, la respuesta se basa en las impresiones del crítico y no en un análisis de la obra. La pregunta clave que ayuda a aclarar este conflicto la hace Juan Bonilla:

«¿Querríamos vivir en un mundo sin conflicto?».

¿Querría un soldado vivir en un mundo sin guerras? Quizás el verdadero reto de la literatura contemporánea esté en saber escribir una historia feliz sin recurrir a la cursilería ni a las respuestas fáciles, y dejar de creer que un escritor sin dramas que contar es un escritor desahuciado.

Queda la incógnita de si una traducción puede mejorar un original.

Como cada año, la FIL ha preparado un Congreso Internacional de Traducción e Interpretación para intentar dar respuesta a esta y otras muchas preguntas. Lo curioso es que no haya mucho más espacio para el debate literario. Los coloquios y las presentaciones de libros son una buena manera de acercarse a la obra de los autores invitados, pero no hay ningún evento donde se discuta el papel y el quehacer de la crítica, y apenas hay clases magistrales.

Un evento literario tan supuestamente importante olvida a dos de los sectores más especializados de su esfera, tal vez porque son los que ofrecen una visión más alejada del negocio. En un evento que consigue reunir a nombres como Claudio Magris, Ricardo Piglia o Alberto Manguel, se echan en falta conferencias que no se limiten a una presentación editorial o conlleven un gasto extra en el bolsillo del visitante.

Quizá porque la FIL es eso mismo: un negocio y no una pretendida fiesta de las letras.

by Borja Criado

nació entre un desierto y un mar del sur de Europa hace treinta años y empeñó buena parte de su tiempo en leer. En un acto suicida, se licenció en Teoría literaria y se dedicó al periodismo cultural. Estos días sobrevive dando clases de literatura y escribiendo para un par de revistas mexicanas.

One Reply to “El día que la serpiente llegó al Paraíso”

  1. 1
    J. Salavert

    Muy buena crónica. Cuando yo era niño, me hacía mucha ilusión ir a la feria. Pero claro, era otro tipo de feria y uno se divertía, en lugar de esto de sentarse a escuchar lugares comunes, cuando no sandeces. La de Guadalajara, como todas las demás, es mero negocio, solo que un pizca más grande. Uno se queda con la impresión (triste, por otro lado) de que a la inmensa mayoría de los editores no les interesa hablar de literatura, sino de dinero, de contratos, de publicidad.
    Yo a Juan Bonilla le respondería con otra pregunta: «¿Preferiríamos vivir en un conflicto sin mundo?»
    Saludos.

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