Adiós al periodismo cultural

ricard ruiz garzón periodismo cultural

ricard ruiz garzón periodismo cultural

 

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Ricard Ruiz Garzón (Barcelona, 1973) es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universitat Autònoma de Bellaterra, donde también cursó estudios de Humanidades. Ha trabajado, desde 1994, como crítico y periodista literario en prestigiosos medios escritos, en radio y televisión (El Periódico de Catalunya, Time Out, El País, Qué Leer, TVE, TV3, BTV, RNE, RAc-1, COM Ràdio, Catalunya Radio y la Cadena SER). Es vicepresidente de la Asociación de Periodistas Culturales de Catalunya y da clases en el máster de Edición de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y la Escuela de Escritura de l’Ateneu Barcelonès. Ha publicado Las voces del laberinto (Plaza y Janés, 2005), El mejor regalo del mundo (Pirueta,  2010) y la serie juvenil Guardianes de Sueños, junto a Álex Hinojo .

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Montse Barberi: ¿Periodista o escritor?

Ricard Ruiz Garzón: ¿Por qué se tiene que elegir? Yo no lo hago, soy alguien a quien le gusta leer y que de la lectura ha hecho su vida. Cuando era pequeño quería que de mayor me pagaran por leer. Algunas de mis derivaciones profesionales han sido periodísticas y otras literarias, al final dejé de vivirlo como un conflicto.

MB: Pero dejas el periodismo cultural.

RRG: Sí, he decidido dejar el periodismo cultural como forma de ganarme la vida y para centrarme en mis propias obras y el mundo literario y editorial, además de la enseñanza.

MB: ¿Por qué lo dejas?

RRG: Porque es imposible hacer tantas piezas y críticas en tan poco tiempo y con tan poco espacio. Ha llegado un momento en el que el periodismo cultural podía poner en peligro mi placer más grande, que es la lectura.

MB: Leer, para ti, ¿es la principal vocación que se ha de respetar?

RRG: Sí, hay mucha gente que no tiene ninguna vocación, así que si tienes una pasión en la vida resulta muy estúpido quemarla. Este ha sido siempre mi límite. Y leer de la manera en la que me lo impone el periodismo de los medios actuales, con una velocidad y una superficialidad y unos resultados cada vez más decepcionantes, estaba poniendo mi vocación en riesgo.

MB: Pero, ¡no nos podemos permitir perder críticos de referencia!

RRG: Yo no lo soy, en absoluto, soy un reseñador independiente. Para ser un crítico de referencia habrías de leerte todos los libros anteriores de un autor a la hora de escribir una crítica, y si te pagan 100 euros y tienes que leerte 10 libros, es bastante inviable porque por 100 euros, para poder llegar a fin de mes, tienes que hacer muchas críticas. Por ejemplo, en la época en la que trabajaba en el suplemento de cultura de El Periódico, en la era de Carles Geli, que era el mejor suplemento que se podía hacer en aquel momento, al hacer una efeméride de Stevenson, yo aprovechaba y me leía toda su obra, absolutamente. Ahora eso me parece ciencia ficción, hoy muchos periodistas escriben la noticia y realizan la entrevista sin poderse haber leído siquiera el libro.

MB: Dolors Miquel te pregunta: ¿Por qué no existe una crítica literaria en el sentido que pide Oscar Wilde, de arte en sí misma?

RRG: El trabajo de crítico no se cultiva con suficiente esmero, no se ayuda para que el crítico sea cada vez mejor, no se le paga como es debido y, por ello, acaba siendo un trabajo precario. ¿Alguien es capaz de nombrar a un crítico de menos de 40 años que sea bueno? Nos saldrían cuatro nombres y tampoco nos pondríamos de acuerdo en ellos. Y con esta pregunta de Dolors, que incluye el periodismo como género literario, hay una parte cierta pero otra que ha hecho mucho daño: crear críticas magistrales pero que no funcionan periodísticamente. En esos casos no sabes si el libro te interesa o no, si es objetivamente bueno o no. Dolors se refiere a la crítica en el mundo académico, que no necesita vender y tiene espacio, pero la crítica de los medios no es ésta, es un servicio más, por esta razón tendríamos que distinguirla de la otra y no llamarla crítica, sino reseña. Yo he sido siempre un reseñista más que un crítico. Las reseñas tienen que ser un servicio, de igual manera que en el diario te encuentras con el pronóstico del tiempo del día siguiente.

MB: Pues a mí me hubiera gustado -y mucho- que la crónica latinoamericana que practican escritores como Leila Guerriero se pudiese trasladar al mundo de la cultura. Creo que también es posible que las críticas literarias sean obras maestras que, al mismo tiempo, dejen claro si aquello de lo que hablan es bueno o no…

RRG: No tenemos tradición de crónica, tampoco tenemos una tradición de cuentos porque no tenemos revistas que publiquen cuentos… Tenemos más carencias de las que pensamos y falta lo más importante, que alguien considere que de esto se pueda hacer negocio.

MB: Dolors Miquel también me pide que te pregunte qué es lo que engrandece un libro, dejando de lado el sello editorial o el nombre del autor. Ella pone como ejemplo el Quijote, pues han sido las lecturas del libro las que han hecho grande al Quijote.

RRG: Sí, exacto, lo que engrandece un libro es su capacidad de conectar con su tiempo y con los tiempos posteriores.

MB: Dolors Miquel también me dice que te pregunte por qué los autores se han vuelto marcas intocables.

RRG: No lo son, pero tampoco es importante. Un ejemplo: este último Sant Jordi, Ponç Puigdevall contaba en Quadern las razones de por qué era tan malo el libro ganador del Premio Ramon Llull, el de Xavier Bosch, y poco después resultó que fue el libro más vendido de Sant Jordi. Hace un año, yo escribí en el mismo suplemento sobre lo malo que era el libro de Albert Espinosa, y fue el libro más vendido de Sant Jordi. Es decir, que se hace muy poca crítica contra los autores de más éxito, pero es que, cuando se hace, no tiene la menor trascendencia. Entonces, ¿qué es lo que ocurre? Haces una crítica destructiva cada semana -y con razón- y te creas un enemigo cada semana en un país tan pequeño como el nuestro. Y después, ¿cómo editas? ¿cómo publicas? ¿cómo tiras adelante? Es un mundo de egos, este. Hay un editor del Grupo Planeta, que todavía anda buscando al autor de una mala crítica que se publicó con pseudónimo hace un montón de años.

MB: Dime cuáles crees que son los cinco peores defectos de la crítica literaria.

RRG: El primero, querer escribir una crítica que esté tan bien escrita que no te dé la información necesaria para orientarte sobre si el libro es bueno o no.

El segundo, la objetividad: el tema de amigos y enemigos, al amigo lo dejo bien; pongo a parir a mi enemigo.

El tercero son las sinergias entre los medios de comunicación y los grupos editoriales: si trabajas en El País te juegas el puesto de trabajo si dejas mal un libro de Alfaguara. Hace unos años, si trabajabas en el diario Avui, te la jugabas si dejabas mal un libro de Planeta, etc.

El cuarto, no estar bien documentado, no haber leído toda la obra de un autor y, por lo tanto, hacer críticas amateurs. En una crítica se ha de situar el lugar del que viene el autor, si ha evolucionado o no respecto a sus libros anteriores, sugerir comparaciones, si está innovando, etc., todo esto debería aparecer en una crítica, pero en la mayoría no está.

El quinto es que no tenemos un público lector, no lo hemos educado, no está formado. Se prefiere el titular, el eslogan, por encima del matiz.

MB: Hay libros de los que parece que hable todo el mundo, pero que nadie se ha leído.

RRG: Sí, voy a hacer una caricatura, pero es que en el fondo es verdad. Por ejemplo, hay libros de los cuales se han vendido centenares de miles de ejemplares y que nadie se ha leído en todo el proceso: el escritor no se lo ha leído porque se lo ha escrito un negro, el éxito internacional que ha tenido ha permitido que venga el scout y que un editor en nuestro país lo compre porque ya ha triunfado en el extranjero. El editor no se lo ha leído porque ya tiene suficiente con los informes. Solo una persona se lo ha leído: el traductor. La jefa de prensa no tiene tiempo de leérselo y lo promociona con el dossier traducido. El librero tampoco se lo puede leer. El periodista cultural cobra una miseria y no tiene tiempo de leérselo y se mira por Internet las reseñas que ya han salido en el extranjero. Al comprador le suena el título y lo compra para regalar, y quien lo recibe lo pone en el estante. Con lo que tenemos un libro muy vendido y nada leído.

MB: Continuamos con el hecho de que dejas el periodismo literario. ¿Puedo decir que trabajabas en cinco de los lugares más importantes hablando de libros (Babelia, TV3, El Periódico…) y que no llegabas a 1.000 euros al mes?

RRG: Lo puedes decir, porque es uno de los motivos por los que lo dejo. Esta precariedad no es propia de una profesión digna.

MB: No es que tengas un techo de cristal como pasa con las mujeres, sino que estás en lo más alto de todo y recibes un sueldo bajo. ¿Qué se puede hacer?

RRG: A partir de aquí, y más allá de la vocación (que yo he preferido aplicar a la literatura, no al periodismo) solo cabe el camino de otros compañeros: pasar del periodismo cultural al político, por ejemplo, o hacer entrevistas generales. Pronto no quedarán más que dos tipos de periodista cultural: los que están en plantilla – mientras aguanten – y los becarios. No habrá nada más…

 

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Ricard Ruiz Garzón dando una charla en Sant Feliu de Codines, en 2014

 

MB: Tú has sido siempre freelance y, para ti, se trataba de una reivindicación de principios porque te garantiza la independencia…

RRG: Sí, la independencia es esencial, los diarios no pueden atacar a según qué sellos editoriales porque pertenecen a su mismo grupo empresarial, las famosas sinergias existen. Ha habido casos sonados, como el de Ignacio Echevarría en Babelia, que hizo una crítica muy fuerte de El hijo del acordeonista (Alfaguara) de Bernardo Atxaga, y puede que sea casualidad o no, pero después de unos cuantos años en el suplemento acabó fuera. Solo se puede ser completamente independiente desde fuera. Pero ahora no se puede vivir en ese afuera, pues, además, tienes muy poca red protectora. Por eso dejo también el periodismo antes de odiarlo, es muy difícil trabajar bien en estas condiciones.

MB: Has dimitido de un programa televisivo en directo, has abandonado medios de referencia, has tenido el valor de criticar a escritores mediáticos… ¿Crees que la ética es un valor irrenunciable y que no importa el precio que tengas que pagar?

RRG: No entiendo un periodismo sin ética. Me ha ayudado a desarrollar mi propio criterio y a tener personas que me leían y pensaban que se podían fiar de mí. Yo me debo a los lectores, no a los propietarios de los medios o a las patums [1. Ruiz Garzón utiliza el término en sentido figurado, refiriéndose a las grandes personalidades -los referentes sociales- de una sociedad en particular (en este caso en lo que respecta al ámbito de la cultura). Lo que se conoce como vacas sagradas]. Por eso no digo nunca “Me ha gustado”; ¿qué le importa a la gente si algo me ha gustado o no? Distingo claramente lo que me gusta de lo que es bueno. Lo importante es objetivar las cosas buenas que tiene un libro. El yoísmo del periodismo ha hecho mucho daño. A mí me aburre mucho Virginia Woolf, pero puedo dar una charla sobre ella de cuatro horas y reconocerle todos sus valores.

MB: Pero si renunciamos a un buen periodismo cultural, estamos renunciando a un derecho básico de la democracia…

RRG: Es mucho más básico que eso: no estamos renunciando al periodismo cultural, estamos renunciando a la cultura. Institucionalmente, desde los partidos políticos no se hace una apuesta por la educación y la cultura, y eso ya no es casual. No se consideran prioridades porque se trabaja a corto plazo. La única manera de cambiar una sociedad es desde la cultura y la educación, y no se quiere cambiar la sociedad porque a los políticos no les conviene. Además, a la cultura se la ha instrumentalizado demasiado.

MB: Y la universidad cada vez tiene un nivel más bajo, es más cara y es una fábrica de hacer títulos…

RRG: Eso pasó en el momento en el que nos convencieron de que la universidad era una vía para encontrar trabajo. Las humanidades, la filosofía y la literatura han perdido su esencia, y ello aun cuando te proporcionan la capacidad de pensar, un lugar en el mundo, perspectiva y un criterio desde el que observar las cosas. Pero aun así, es obvio que ha fracasado la idea del estado del bienestar que parecía que iba a facilitar la expansión de la cultura.

MB:¿Y no hay un desprestigio de la cultura?

RRG: Hay que tener cuidado con los discursos, pero se puede decir que hemos utilizado la democracia para igualar por lo bajo. No hay programas culturales con audiencia, pero en cambio hay programas que son fuegos de virutas para hacerse famoso muy rápidamente. Tampoco hay una cultura del esfuerzo. Y con la homogenización y la globalización, nos hace falta mucha cultura de la resistencia. No tenemos una cultura para crear librepensadores, sino que nos conformamos con tragarnos la cultura del miedo.

MB: Resulta curioso que tú y yo formemos parte del proletariado más bajo y nos dé miedo elaborar un discurso de clase…

RRG: Sí, mi padre era vendedor de coches y mi madre trabajaba en casa, y yo he terminado dedicándome al periodismo literario porque mis padres se compraron libros del Círculo de Lectores… Fue gracias a la buena literatura comercial, como La historia interminable de Michael Ende, que aprendí a amar la lectura, gracias a libros de éxito hechos con cierta honestidad me convertí en lector.

MB: Pero tú y yo enchufábamos la televisión y nos encontrábamos a gente culta que hablaban hasta con oraciones subordinadas y hoy en día, según sea el programa, ponemos la tele y hablan con onomatopeyas. Hemos transgredido lo que decía Hannah Arendt, que la cultura es aquello que transmitimos como tesoro propio a las generaciones futuras, aquello que cabe designar y preservar…

RRG: Umberto Eco dice que lo que hemos conseguido con Twitter y las redes sociales es que todos los imbéciles cuenten con un altavoz. Es una frase muy dura, y yo me opongo. Creo que los jóvenes nos sorprenderán, que para ir en contra de esta tendencia se desarrollarán formas de resistencia muy interesantes y poco acomodaticias. Y la gente reacciona y reaccionará, y cada vez más hay minorías con mayor fuerza que ven que así no se va a ninguna parte. Y no sólo por la cultura, sino también por necesidades medioambientales o sociales. Por ejemplo, el futuro de la edición se encuentra en las pequeñas editoriales, de resistencia, casi unipersonales.

MB: ¿Qué habría que hacer para hacer del periodismo cultural algo viable y profesional?

RRG: Es la pregunta que nos hacemos todos los meses en la Asociación de Periodistas Culturales de Cataluña, después de ver la situación y qué compañeros nuevos se han quedado sin trabajo. En primer lugar, deberíamos dignificar el periodismo y dignificar la cultura. El periodismo está sufriendo una grave crisis que no es solamente económica; queda muy lejana la época del cuarto poder. Y los diarios se alejan de la información, para dar opiniones. También nos podríamos plantear, como hacen en Francia, si hemos de dar subvenciones al cine, pero no al periodismo… Y sobre todo, tenemos que dejar de acostumbrarnos al absurdo: ¿Cómo es posible que hagamos informativos en televisión con 30 minutos dedicados a noticias generales, 30 minutos dedicados a los deportes y 30 segundos a la cultura? En serio, ¿eso nos parece normal? Si no dignificamos el periodismo y no dignificamos la cultura, estamos perdidos. Jorge Herralde me dijo un día que para hacer periodismo cultural hace falta una vocación kamikaze, y mi principal vocación es leer y escribir; por eso, si es tan difícil, dejo el periodismo y apuesto por la literatura. Soy un periodista informado, sé que el mundo editorial no pasa por un gran momento, pero si ha de ser por vocación, prefiero intentar escribir mis propias novelas.

 

ricard ruiz garzón alex hinojo

Ricardo Ruiz Garzón y Álex Hinojo firman ejemplares de Los guardianes de sueños © rustis y mustis (http://rustisymustis.blogspot.com.es)

 

MB: ¿Estoy matando el periodismo cultural, cuando publico en Núvol sin cobrar?

RRG: Hay proyectos que necesitan apoyo, y etapas en la vida — excepto los que están colocados a dedo por nombre o por dinero — en las que todos hemos hechos cosas gratis, pero eso sí, siempre que sean etapas. Si eso se establece como modelo, no puede ser. No puede haber un señor como Bernat Puigtobella que pierda dinero, o personas como vosotros, que no cobráis. Nos hemos acostumbrado demasiado a un periodismo de calidad y gratuito, y eso es inviable. No se puede acostumbrar a la gente a que tenga acceso a contenidos de calidad sin pagar.

MB: ¿Estás de acuerdo con la idea de que un editor es un empresario como cualquier otro?

RRG: No, y eso es algo que ha hecho mucho daño. Se supone que en una empresa editorial se hacen unos libros para ganar dinero, y otros para hacer unas apuestas más arriesgadas, y con frecuencia, de prestigio. Es lo que decía Jaume Vallcorba: “Yo no publico los libros que quiere la gente, publico los que la gente todavía no sabe que querrá.” Hoy en día, en cambio, hay plataformas online para saber exactamente los libros que desea el lector, o que cree que desea. Hace falta un equilibrio; en todo caso, ningún empresario, sea editorial o no, debería buscar solamente hacer dinero, y lo que parece tan normal es una aberración.

MB: Enseñas a escribir en la Escuela de Escritura del Ateneo de Barcelona. ¿Y también a leer?

RRG: ¡Sí, es una de las cosas que más satisfacción me causan! Me dan muchas alegrías, como un alumno que ha ganado el premio Serra d’Or, pero a mí lo que me hace realmente feliz es que me digan que han leído un libro conocido y que han visto errores, mientras que antes no se daban cuenta. Ese es el objetivo: desarrollar el criterio, unirlo al talento, y que el alumno lo invierta después en lo que quiera: en leer o en escribir.

MB: ¿Crees que puedes enseñar alguna cosa a un escritor de raza?

RRG: Le puedo ahorrar tiempo, porque se puede tener mucho talento y ser de raza, pero se puede tropezar 40 veces con cuestiones respecto a las cuales existe ya un corpus académico que las resuelve. Y eso es la técnica, y es algo que se puede enseñar. Ahora bien, la escritura no es solamente técnica, va más allá, y todo ese más allá no se puede enseñar.

MB: ¿Cuáles son las cinco virtudes que, en tu opinión, debe tener un buen escritor?

RRG: La primera, honestidad: no hacer ver que haces una cosa y presentas otra. La información la sacamos a partir de la explicación del autor, y el autor nunca explica el libro que ha hecho, sino el que querría hacer, y a veces ni lo consigue, ni se le parece en nada.

La segunda, la capacidad del riesgo, la curiosidad por probar cosas. Si salen mal, no cuenta, pero cuando salen bien es un aspecto importante y que tiene mérito.

La tercera, la lengua, tenerla bien trabajada. Y eso no quiere decir más palabras del diccionario, lo que quiere decir es musicalidad, registros, que tu herramienta se adapte a lo que quieres explicar igual que un guante.

La cuarta, el diálogo con la tradición: no es aceptable escribir ignorando lo que se ha dicho antes. Un escritor ha de leer y leer, y después escribir.

La quinta, el dominio de la técnica: sintaxis, personajes, tipos de narrador, puntos de giro, ambientación, descripción. Hay tantos escritores de éxito con una prosa tan amateur…

MB: ¿Y tú, cuántos libros lees?

RRG: He leído tres por semana durante los últimos 20 años. Si los cuentas después, no son tantos, unos tres mil y pico solamente.

MB: En comparación con Susan Sontag, que se leía uno cada día, son la mitad…

RRG: Y comparados con los 15.000 que tengo en casa son solamente la quinta parte. No tendré tiempo, en esta vida…

MB: ¿Serías la misma persona, si no hubieses leído?

RRG: Sería radicalmente diferente, pero supongo que se mantendría una cierta esencia, y una cierta creatividad que habría podido aplicar en otros ámbitos.

MB: ¿Cómo ves la crisis editorial y que la gente haya dejado de leer porque mira su tablet o el móvil?

RRG: Yo estoy integrado en las nuevas tecnologías, no soy un apocalíptico, pero sí que soy enemigo de que una de cada dos personas no lea nunca. Eso es algo terrible: leer sirve para amueblar la cabeza, y para ver el mundo de manera diferente de cómo te están diciendo que es, sirve para desarrollar la sensibilidad. Tal vez el Sr. Wert diría que no son cosas muy necesarias, pero a mí me resultan mucho más indispensables que lo que me parecía él mismo.

MB: ¿Cómo definirías esta crisis? ¿Habláis de ella en el máster de edición en el que estás de profesor en la Universidad Pompeu Fabra?

RRG: Sí, hay cinco crisis que se juntan como si fuesen la misma cosa. En primer lugar, hay una crisis de formato: nos moriremos y el papel seguirá ahí, pero competirá y convivirá con los formatos digitales. En segundo lugar, hay una crisis de producción, de la forma de escribir: siempre ha sido un trabajo solitario y cada vez más es una tarea colectiva y salen más libros escritos a 4 manos y más. Y cuando comiencen a hacer los libros todavía más interactivos e injertados con los videojuegos, entonces pasará como con las películas, que se harán de manera colectiva.

En tercer lugar, hay una crisis de hábitos de lectura. La gente no lee como antes, ahora es un acto público, de redes sociales, de calificar el libro, de hacerse fotos con los autores, de comentar las sagas al mismo tiempo… También hay, en cuarto lugar, una crisis de hábitos de recepción: ya no nos fiamos de un crítico, sino que es una relación de igual a igual, de boca-oreja. Y eso quiere decir que los periodistas y los críticos hemos hecho algo mal, porque cada día aparecen cerca de 200 libros nuevos, y necesitamos un filtro.

Finalmente, en quinto lugar, lo estamos haciendo desde la resistencia al cambio. Hay gente que vive de espaldas a todos estos procesos. Somos una generación envejecida, que nos perdemos revoluciones como la de los géneros literarios.

MB: A partir de ahora, ¿te encontraremos en el Ateneo dando clases, y como autor en el mundo de la edición?

RRG: Sí, trabajaré como profesor y como asesor literario en el sello Fantascy de Penguin Random House, y también en un nuevo proyecto que saldrá en 2016 y que será una editorial sin concesiones pero con medios. Como escritor estoy trabajando en tres nuevos proyectos, que espero vean la luz en 2016. Y puede que haga alguna cosa en los medios, soy como soy, no podré evitarlo. Pero será en mi tiempo libre, ya no será la prioridad ni mi profesión, como en los últimos veinte años.

MB: Pues te invito a hacer una entrevista para presentarnos tus libros nuevos y esta editorial que tanto promete.

RRG: La haremos. Por mí, ¡encantado!

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Esta entrevista fue publicada originalmente en catalán en la web Núvol (15-Julio-2015), aquí.

by Montse Barderi

es escritora y periodista. Patrona fundadora de la Fundación Maria-Mercè Marçal. En twitter: @montsebarderi

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