Haced buen arte, en serio

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Neil Gaiman en el Edinburgh international book festival, 2011

 

Aquí, en este país (y me refiero a España), lo que nos gusta es dar discursos categóricos, incontrovertibles, soltar soflamas, arrogarnos gestos plomizos, reverentes, solemnes y, por sobre todo, carentes de contenido (o con un continente semántico que se aviene al significante por el puro efecto del loctite emocional, por vía de la ideología). Pero los anglosajones no tienen ese prurito de la solemnidad, les basta con ser francos, honestos y no temen ser positivos.

Un caso paradigmático que evidencia lo dicho es el discurso que el escritor Neil Gaiman (Portchester, Reino Unido, 1960) dio en la University of the Art de Filadelfia, en 2012, y cuya traducción al español (de Bernardo Domínguez Reyes) ha publicado la editorial Malpaso, con el título de «Errores infalibles para (y por) el arte», volumen que cuenta, además, con un diseño bien majo del estudio mallorquín Atlas (de Astrid Stavro y Pablo Martín).

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La alocución de Gaiman, dividida en seis apartados, se enuncia desde la voz de aquel que abandonó la escuela tan pronto como pudo y que, por esa misma razón, ha desarrollado un «respeto y cariño muy saludables por la educación superior». Unos sentimientos, confiesa Gaiman, que ya ha consegido purgar, desde hace tiempo, entre familiares y amigos.

Así las cosas, la experiencia de Gaiman es la de aquel se lanzó, como quien dice, a la vida sin red, queriendo aprender a escribir mientras escribía; por ello, no le asistía plan alguno. Su único propósito fue el de cumplir una lista de tareas que escribió en una libreta a los quince años.

Era la siguiente:

«escribir una novela para adultos,

un relato para niños,

un cómic y un episodio de Doctor Who;

rodar una película,

grabar un audiolibro, etc”

El plan de carrera de Gaiman, por ponerlo en términos profesionales, fue seguir este listado. O sea, que dice Gaiman; trázate tu propio camino. Y empéñate en seguirlo, pues aunque yerres, eso significará que andas avanzando por la senda que te marcaste. Ya llegarás. Porque, además, dice Gaiman que las cosas mejores son las que se hacen sin saber muy bien cómo se están haciendo. Probad cosas nuevas, intentádlo, les dice Gaiman a los alumnos de la universidad de Filadelfia. Puesto que “las normas sobre lo posible y lo imposible en el arte fueron dictadas por individuos que no intentaron rebasar los límites de lo posible”.

Lo fundamental es tener una meta.

Cuenta el escritor inglés que, para él, esta ambición era el vivir de las palabras. Que la veía allá remota e inalcanzable, esa meta, pero que sabía que llegaría alguna vez. Y esa visión, ese deseo por llegar (ese aprender a escribir escribiendo; él lo hizo sirviéndose del freelanceo del periodismo) es lo único necesario.

En tanto que no pierdas de vista tu objetivo, dice Gaiman, todo irá bien.

Un truco: tratar de hacer cualquier cosa que se perciba como una aventura, y déjalo en el mismo momento en el que lo sientas como un trabajo, tal que una obligación. Porque las cosas no se han de hacer exclusivamente por dinero, ya que

“si el trabajo es una chapuza y el dinero nunca llega, te quedas sin nada: si el trabajo es satisfactorio, al menos te queda esa obra aunque no llegue el dinero”.

Y no se ha de desestimar la propia naturaleza salvífica del arte, del arte per se. Para mí, dice Gaiman, el arte fue un salvavidas. Haz tu propio arte, nos conmina el escritor e historietista inglés, “aquello que nadie más sabe hacer”.

Pero tampoco se ha de llevar uno a engaños: la vida del arte es difícil.

Es como la de un náufrago que manda al mar

«mensajes embotellados con la esperanza de que alguien encuentre uno, lo lea y meta en la botella algo que navegue hasta la orilla de su isla desierta”.

Y, la mayor parte de las veces, hay que mandar cien mensajes hasta recibir una respuesta. Además, ahora, con el cambio tecnológico… nadie sabe qué pasará. Por ello, lo mejor es hacer caso del consejo que Stephen King le dio a Gaiman hace dos décadas (justo en un momento exitoso de Gaiman):

«Es genial. Deberías disfrutarlo».

Gaiman fue incapaz de hacerlo, de disfrutar el propio camino del arte.

Aprendamos de esto también; a no hacerlo, claro. A disfrutar del propio tránsito, de cada momento, de cada logro.

Porque el triunfo o es íntimo o no vale nada.

*

 

 

 

 

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

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