Será la naturaleza del producto (a veces fantasiosa o irreal), el apacible y recogido ambiente del establecimiento (el silencio respetuoso de una librería), acaso es que la gente (un determinado tipo de gente) no siente la menor prevención a la hora de exhibir sus excentricidades, prejuicios, taras, su ineptitud e incultura, o lo que pasa es que sencillamente el mundo se ha vuelto loco, y ya está.
Sea como fuere, la escritora y librera Jen Campbell se dio en 2012 a juntar y seleccionar las extravagancias más insospechadas acontecidas en librerías en Cosas raras que se oyen en las librerías (Malpaso, 2015), volumen que cuenta, además, con las ilustraciones de The Brothers McLeod. Una recopilación de anécdotas procedentes en su mayoría de las librerías Edinburgh Bookshop (Edimburgo) y Ripping Yarns (Londres), así como de un apéndice menor (más breve) de diversas librerías estadounidenses y británicas. Se ha tenido el acierto en esta edición española de incluir anécdotas recogidas de libreros anónimos de las librerías Calders (Barcelona), El Aleph (Madrid), Fnac Triangle (Barcelona), Geli McLeod (Gerona), Hojablanca (Toledo), Lé (Madrid), Librería de La Plata (Sabadell), Milos (Baracaldo), Popular Libros (Albacete) y Taifa Llibres (Barcelona).
Se podría pensar que las anécdotas se refieren a torpezas de los clientes con respecto a los títulos de los libros, autores y, en general, con todo lo que tiene que ver con la edición y la lectura. Y es verdad que hay muchas de estas, pero la gracia del volumen es que andan bien compensadas con todo un catálogo humano de tipos de lo más variopinto. Esto es, se trata de una recopilación de chistes sobre clientes obtusos, abstrusos y quisquillosos, pero también de situaciones hilarantes, de comportamientos maniáticos, estrafalarios o directamente perturbados. Y se trata de interacciones en directo (esto es, en la misma librería) entre el librero y los clientes, pero también por teléfono, y de los clientes entre ellos. Por ello, la comedia humana está servida.
Hay situaciones y conversaciones simpáticas, ridículas, desternillantes, inquietantes y alguna que otra aterradora. Desde un cliente que entra a tomar un té, solo por hacer tiempo, mientras espera el autobús, hasta gente que entra a comprar árboles de navidad (¿?) o quiere comprar ovillos de lana o cámaras de fotos o una señora que quiere que el librero le cuide los hijos mientras va al super e incluso un tipo que les pide permiso para celebrar su funeral en la librería (¿?). Pero también hay gente desesperada: un chaval que tiene a su novia esperando en el coche y entra a pedirle un condón al librero, alguien que se piensa que es un sitio secreto para comprar drogas o chiflados que se enojan porque entre los 10.000 títulos de la librería no está el libro que ellos mismos escribieron.
En suma, un libro bien divertido que se lee de corrido, pero que sirve igualmente para ir «picando» las diferentes rarezas desperdigadas por el volumen (e incluso se pueden leer las mismas anécdotas varias veces). Yo les puedo decir que me he echado unas buenas risas, leyendo y releyendo el libro (y lo mejor: compartiendo los chistes, chascarrillos, anécdotas y las diferentes situaciones desternillantes que se cuentan en el libro). Lo chulo del libro es precisamente eso: que permite y alienta la complicidad entre los amantes de los libros, y teniendo tan cerca Sant Jordi… pues eso. Ya me entienden.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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