Santi Fernández Patón (Madrid, 1975), se ha alzado con el premio Lengua de Trapo 2014 con Grietas, una novela cuya lectura despierta sensaciones cómplices; en sus páginas uno se ve reconocido y ve reconocible actitudes y comportamientos de su entorno. No se queda, sin embargo, en ser una novela generacional más, ni se agota en una descripción interiorista de la crónica política del momento que vivimos, Grietas es algo más: tras reposar su lectura, es mucho más. Conversamos con el autor, malagueño de adopción, sobre su novela. -Augusto López.
1.- Sorprende la ambición de tu propuesta, muy trabajada hasta parecer algo sencillo.
Desde que comencé a escribirla tenía claro que, más que algo sencillo, sonara a algo natural, que nada disonara, que el tono arrastrara al lector, que cada párrafo pudiera llevar al siguiente sin demasiado ruido, por mucho que algunos episodios fueran llamativos. Si lo he logrado, me alegro. En cuanto a la ambición: algunos de los asuntos no me resultaban fáciles de abordar, desde la paternidad hasta la anorexia, y quizás ahí es donde me siento más ambicioso, en tratar cuestiones que me exigían mucho, algunas por desconocimiento previo y otras por la pretensión que tenía de abordarlas desde un prisma que no era el habitual.
2.- El personaje principal es un escritor inmerso en una crisis personal. ¿Por qué optaste por este recurso narrativo, para acercarte más al lector, quizás para jugar con tu propia identidad?
En realidad es teleoperador, y trata de escribir, por cierto con más éxito que el que yo tenía por entonces. Entroncando con lo que decía antes de la naturalidad, casi puedo decir que me obsesioné con que todo sonara verdadero. En aquel momento, quizás por miedo a un reto mayor, creí que la mejor manera de hacerlo era inventar un personaje que se pareciera a mí, y así ponerme en su piel para imaginar cómo reaccionaría yo mismo ante lo que le sucede, que por lo demás no se parece mucho a mi propia biografía.
3.- En Grietas la voz narrativa es masculina, si bien se ve influenciado en gran medida por personajes femeninos de gran fuerza, que marcan la trama. Sin embargo, uno de los logros de la construcción de los personajes es que no hay mucha diferencia entre unos y otras, los reconoces como personas antes que como mujeres y hombres.
La novela bebe mucho de lo que nos ha enseñado el feminismo de la autonomía. En ese sentido he huido de todos los estereotipos sobre el amor, la heterosexualdiad, los géneros o las relaciones, pero, volviendo a la primera pregunta, de manera natural: sin discursos ni panfleto. Más bien mostrando cómo la vida cotidiana de sus personajes va por otro camino que no es el más hollado.
4.- Los hijos, los hermanos, la figura de los padres, los nuevos modelos de familia y de pareja, tienen una gran relevancia en la novela.
Sí, desde la cita de Zola que encabeza la novela. Todo eso que dices nos configura, y una vez configurados nos lanza a la sociedad, y a veces descubrimos que nos ha dejado una grieta cuya fuerza de succión te puede arrastrar y expresarse de muchas maneras: mediante la anorexia, por ejemplo, como en el caso del personaje de Lucía.
5.- Precisamente es interesante el tratamiento que se realiza de la anorexia, sin aspavientos ni tremendismos, pero sin renunciar a detallarla de un modo diáfano: consigues que la veamos en el personaje que la padece como una parte más de su personalidad, no como un topicazo que lo explica todo.
Ese era sin duda el principal desafío: abordar un malestar tan extendido en nuestra época desde otro enfoque, lo que no me hubiera resultado posible sin el testimonio de la persona a quien dedico la novela. Afirmar que las mujeres anoréxicas son jóvenes tratando de imitar a Kate Moss es un insulto hacia ellas. La anorexia es la manifestación de procesos muchos más complejos, indisociables del contexto patriarcal y capitalista que vivimos ni, desde luego, de la socialización que iniciamos en la familia. La anorexia es el capitalismo encarnado, llega a decir Lucía, y eso nos remite a la individualismo, la competitividad, la autoexigencia, la exposición ante los otros, el saber venderse, etc., puesto en el cuerpo de las mujeres.
6.- Un aspecto que me ha sorprendido gratamente es el tratamiento del sexo en Grietas. Lejos de parámetros habituales en la narrativa española, rebosante de hazañas eróticas protagonizadas por machos alfa y mujeres insaciables, se recoge con naturalidad una sexualidad más real: cuerpos imperfectos -es decir, los que tenemos todos-, mujeres que experimentan sin tapujos, hasta se recoge un gatillazo con absoluta normalidad.
Exacto. Como acabo de decir, en el cuerpo se expresa todo un código social, para bien y para mal, para aceptarlo o para subvertirlo, pero en ningún caso, al menos en la novela, como meros mártires o héroes.
7.- Grietas a mi juicio es también una fábula urbana del paso de la adolescencia despreocupada a la madurez y sus compromisos. Ante este cambio vital, el protagonista parece inclinarse más por cierto fatalismo. ¿Somos lo que ya fuimos, no podemos ser otros?
No tengo claro quién es el protagonista, si Lucía o el narrador. Lucía, cuando a raíz de la explosión del movimiento 15M descubre que para salir de la anorexia debe salir de ella misma, se sabe víctima, pero intenta no victimizarse, quiero decir, no resignarse. A través de la composición con los otros ensaya una fuga. El solo hecho de intentarlo ya nos convierte en otros, pues provoca un desplazamiento subjetivo: escapar de la soledad es ya una forma de rebelarse.
8.- Veo ciertos pararelismos entre Grietas y La educación sentimental. Frédéric Moreau y Madame Arnoux son incapaces de vivir con plenitud sus sentimientos, las convenciones sociales se lo impiden; en tu novela, la sociedad asfixia los sentimientos. También ambas novelas están ambientadas en procesos revolucionarios, la de Flaubert en el de 1848, en la llamada Primavera de los Pueblos que acabó con el absolutismo; la tuya en la situación actual.
Eso son palabras mayores. Leí La educación sentimental de adolescente, así que la tengo un poco lejana, aunque entiendo el paralelismo temático. Creo que en la actualidad, más que asfixiar la sentimentalidad, el tejido del poder trata de codificarla, y en eso Kafka, como en todo, fue un precursor al hacérnoslo ver.
9.- Lara Moreno, Elvira Navarro, tú mismo… Parece que empieza a emerger en la narrativa española una corriente que intenta explicarse desde la cotidianidad, donde se trabaja la psicología íntima de los personajes y se intenta conectar con la persona que lee. ¿La crisis ha sacado del laboratorio experimental a los escritores?
A alguno sí, supongo. A mí la intimidad me resulta interesante solo como punto de partida para conectar con el afuera, con el exterior. La trabajadora, de Elvira Navarro, me gustó mucho entre otros motivos por ese punto en común, sobre todo por cómo enlaza un malestar supuestamente personal con el contexto social. La apuesta de Lara Moreno es diferente, aunque también interesante.
10.- ¿Qué supone como escritor el espaldarazo de un premio relevante como el Lengua de Trapo, ha cambiado tu visión de lo literario como actividad a la que poder dedicarte, sientes que ha habido un antes y un después?
Sin duda ha sido un antes y un después. Yo no conocía a nadie en el mundo literario, que me parecía un coto vedado, y de pronto mando Grietas al Premio Lengua de Trapo y el jurado se decanta por una novela que, por todo lo que llevamos hablado, podía resultar arriesgada, pero en general se ha leído muy bien y ha obtenido críticas muy elogiosas. Estoy muy agradecido, se me ha abierto de par en par una puerta a la que llevaba tiempo llamando y con una novela de la que estoy satisfecho.
11.- Finalmente, sería interesante saber si estás inmerso en un nuevo proyecto.
Lo estoy. Una nueva novela que surge precisamente de un cuento de Kafka, «La colonia penitenciaria». Ahora, a través del cuerpo masculino y todo lo inscrito en él, trato de describir de una manera, en palabras de mi pareja, “muy orgánica”, la evolución de una relación amorosa golpeada por la crisis actual. El Premio me pesaba, claro, pero espero llegar a buen puerto.
nació en Málaga, España, en 1967. Es escritor y director de la asociación cultural Mitad doble.
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