Espora(s) de Espera(s)

“es mi opinión que toda idea sin representación

[…]

es un falsete de creencia [1. Ramón Gómez de la Serna, “Retrato de Macedonio Fernández”, incluido en Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada, Ed. Barataria, 2010, pág 8]»

 

El escritor boyacense Darío Rodríguez (Duitama, Colombia, 1977) es autor de dos novelas, Cuaderno Invisible (Biblioteca Pública Municipal, 2011) y Observaciones desde una ventana (Garcín editores, 2013)[2. J. S. de Montfort, «La ventana discreta», Revista Crítica, 12-Mayo-2013], además del libro de poemas Capítulo (2007). Aproximación a nada (Culturama, 2014) surge auspiciada por el programa Promover Literatura-2013, de la Alcaldía Municipal de Duitama, un intento por dar a conocer “los valores y aptitudes de los artistas locales, específicamente en las artes escénicas”, y ha sido editado por la Biblioteca Pública Municipal Zenón Solano Ricaurte.

Así, en principio, se trata de un compendio -o selección- de piezas teatrales. O, más acertadamente, como dice Cristóbal Peláez González, el director del colectivo teatral Matacandelas, en el prólogo: son “simulacros, tentativas, especies de borradores, sobre la gestualidad y la literatura”. Dice Peláez González que nos encontramos ante una escritura que quiere sorprender a sus personajes en sus “instantes íntimos, de inacción, de descanso”, en esos momentos en los que no hay drama, en los que “simplemente respiran y existen”. En definitiva, que lo que aquí se propone Darío Rodríguez es literatura del teatro. Pero, ojo, no narrativizando los aledaños y los tiempos muertos, así como tampoco, me parece a mí, jugando a crear ejercicios de estilo (aunque, en un cierto plano de superficie, así puedan también considerarse).

Digo que no son (solo) ejercicios de estilo, porque se retratan actos inconsecuentes, pero no inútiles, pues apuntan al vacío. Y se quieren vacío. Vaya, que no son variaciones o tentativas de alcanzar un punto, sino miradas desde diversos flancos. Como bien dice Peláez González, su teatralidad -su efecto performático, pues- reside en el hecho de que dan “vida a lo que calla”, a ese silencio infinito, a esa inacción problemática de la existencia.

Se trata de una escritura antinovelística, pro-teatral y adiscursiva, la de Darío Rodriguez. Y es, en primera instancia, una escritura de homenajes (en un sentido transtextual): Handke, Genet, Beckett, Brecht, pero, sobre todo, Jean Tardieu y Juan Luis Martínez. Filosofía anti-representacionalista y antirrealista, de postvanguardia, cuya base se halla en la “asimilación interdisciplinaria”, esto es, en una hibridación de literatura, teatro y ensayo. Una escritura, la de Darío Rodríguez, cuyo centro último está en la poesía, y en el concepto tardieuano de “antisentido” (la búsqueda en ese espacio recóndito que media entre el sentido y el sinsentido).

Dos fuerzas atraviesan, en mi opinión, Aproximación a nada: por un lado, el afán de pastiche, con sus códigos humorísticos y sus fraseos delirantes. Por el otro, el deseo de objetualizar el lenguaje, promoviendo su capacidad escénica. De aquí, quizá, se derive la dificultad que un actor pudiese encontrar en algunos de los textos, pues se trata de piezas que buscan en las acciones la actividad subyacente. Y así, en algunos casos, no constituye(n) diálogo. El dialogismo (o, en su defecto, el monólogo) se sustituye, en determinados puntos, por instrucciones procedimentales de naturaleza metafísica. Ello no significa que no haya piezas más ortodoxas, por decirlo así, con sus claras acotaciones y sus diálogos propiamente dichos. Pero son, a mi entender, las menos interesantes (y no por que haya merma alguna en su calidad, sino porque entrañan un menor desafío estético; y compositivo).

A este último grupo podemos adscribir, por ejemplo, “Técnica mixta”, donde el texto toma la forma de la entrevista, pero se trata de un diálogo que no sirve para desentrañar misterios o investigar verdades, sino más bien para re-forzar claves, enigmas. Así, se parte ya de una situación dada (entrevistador y entrevistado se conocen de antes), y la charla sirve precisamente para reforzar el des-entendimiento entre ambos. Es lo que se conoce vulgarmente como “un diálogo de besugos”. Se produce en el texto, además, un bello instante intertextual (pág 131) con la novela Observaciones desde una ventana.

 

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A este mismo grupo de textos pertenece “Felicidad (farsa trágica en un acto)”, donde el desentendimiento se produce en virtud del rol que adoptan los dos personajes (una señora y su falsa criada). La escena sirve para subvertir (al modo de la esquizofrenia) el repaso de una vida (y se trata de una vida fingida, inventada, mentirosa).

Luego hay otras piezas, como por ejemplo «Velada para un personaje”, de índole más performática y, diría yo que es una pieza que se acerca más al circuito del arte, siendo el texto un libro de instrucciones para una posible representación silenciosa (gestual), en la que un hombre expresa en escena sus conflictos con su teléfono móvil (le llaman, pero no consigue hablar con su interlocutor; luego él no se atreve a marcar y, finalmente, el móvil suena de nuevo, pero el hombre -llamado Luis-, se resiste a contestar).

También la pieza llamada “Beckett” trae una fuerte vinculación con las artes visuales y es, a su modo, un ejercicio metateatral, sincopado e hiposo. Es muy breve, pero es en su ínfima brevedad donde expone la dificultad de un tema central para todo el libro: las subversiones hermenéuticas. Esto es, de qué modo hoy podrían ser pervertidos los géneros artísticos, su naturaleza y alcance. Y en esta misma línea está “Audiencia en la casa del Comité de Actividades Antinorteamericanas”: otra experiencia (fungida de la real, la declaración de Brecht en 1947 ante la Cámara de Representantes del Consejo de los Estados Unidos) de lo que se dice mal o se transcribe o traduce o es una variación defectuosa.

Darío Rodríguez re-escribe la escena real imaginando la no-presencia del traductor, el señor David Baumgardt, y además recorta las vacilaciones y los circunloquios brechtianos, otorgándole a este una parquedad digna, más franca y menos elusiva (menos cauta, diríamos). Esto es: el duelo verbal que sostiene Brecht con el presidente desaparece y, gracias a ello, la fuerza de las palabras de Brecht es más potente, alterando la incontestable verdad de ese momento real en el que el presidente le dice: “Está usted contestando muy bien; mucho mejor que muchos otros testigos que han traído aquí”. En el texto de Rodríguez, sin embargo, Brecht se muestra sonriente y jovial, con lo que se revela la naturaleza de farsa de la declaración.

«Pantomímica» es quizá el texto de naturaleza más absurda. En él, se da cuenta de un recital, pero incluyéndose los previos, la preparación; y es el más rico en acciones. Significaría un estadio medio entre los textos ya comentados y el siguiente grupo, que incluiría los dos textos que, a mi modo de ver, son los mejores del conjunto (por ser los más complejos): “Aproximación a nada” y “Principios e incertidumbres (Una clase)”.

“Aproximación a nada” integra ese teatro performático de las acciones (en el apartado Indicaciones procedimentales), junto a la performance (una conferencia), sumado a los aspectos parateatrales (el conferenciante ordena y se come un budín). Así, tiene tres niveles de complejidad y significación: el performático/visual, el filosófico y el expositivo. De una parte está el componente escénico, en el que un hombre se prepara para dar una conferencia circular y la recita. De otro lado, tenemos la naturaleza misma de la conferencia, cuyo único contenido es el impulso mismo de pronunciar esa conferencia, pues el texto no tiene más argumento que su propia forma. Y, finalmente, nos encontramos con la naturaleza circense del espectáculo, una especie de entremés y que sirve como falso epílogo y como modo de reforzar la naturaleza de espectáculo (grotesco) de esta pieza escénica. «Aproximación a nada» transmite un tono de humorismo transcendental que revela la naturaleza matérica (de objeto) que Rodríguez otorga al lenguaje.

“Principio e incertidumbre” es la pieza más larga. Y, en ella, Jean Tardieu y Juan Luís Martínez van a dictar una clase de lógica (entendida aquí la poesía como lógica). Es una charada que se interroga a sí misma y, al tiempo, funciona como parodia, homenaje y teorema. Integra en su estructura el prólogo, el diálogo, la coda, la clase magistral, la discusión, el interludio, la pieza musical (un Adagio Recitable), la especulación ensayística y la narrativización teatral.

Es el texto de naturaleza más abiertamente ontológica, anti-escolástica y es muy cándido, pues muestra una seria ingenuidad. Asimismo, aguarda en su seno una irracionalidad perturbadora presta a demoler todo conato de lógica que asome (y siendo este su tema central, podríamos decir que se trata de un artefacto que se auto-inmola). No faltan los enigmas que han venido apareciendo como motto en muchos de los otros textos de Aproximación a nada, y es la pieza escénica donde se produce, con mayor contundencia, una ejemplificación de la espera (de ese tiempo muerto de la vida -y en la vida-).

Así, son dos las esperas las que aquí se producen: la expectativa del lenguaje, incapaz de ajustarse a un significado unívoco o cierto, y la inexactitud de la muerte, que nunca concluye (pues la personificación de dos ilusiones textuales -los escritores ya muertos Juan Luis Martinez y Jean Tardieu- implica que, de alguna manera, el proceso de borrado al que les ha sometido su desaparición, no ha sido consumado del todo). La tesis a la que nos referíamos antes (y que permea, en verdad todo el libro) es la siguiente: “La novela nueva siempre. No termina” (pág. 116). O dicho de otra manera, que las asociaciones son siempre restrictivas y que en el desorden (hermenéutico) se halla la felicidad, que la única lógica que hay en el mundo es el juego poético. He aquí la lección que nos ofrece este libro raro, y subversivo -admirable, pues.

 

by J.S. de Montfort

es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.

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