1.
Los libros no se compran para ser leídos, sino para que nos lean.
Por esa razón los atesoramos y gustamos de tenerlos. Y los compramos sin la intención -inmediata- de leerlos. Y los dejamos sobre una balda (pero no verticales, sino en horizontal, como dormidos), igual que si estuviesen en doble fila, a la espera de aliviar su carga -espìritual- y poder devolverse a la verticalidad paciente. Y saben que molestan ahí (y lo sabemos nosotros), en ese estado suyo provisional.
Es justamente esa incomodidad la que los mantiene en vilo, atentos; expectantes.
2.
Los libros no se escriben para ser escritos, sino porque queremos que nos escriban. Que saquen de nosotros la carga espiritual que nos atenaza y asfixia. La escritura, en fin de cuentas, no es más que una forma de volver inteligible un pesar que no podemos entender sino a través del lenguaje.
3.
Hay algo sagrado en el lenguaje.
Prueba de ello es que lo confinamos adentro de objetos: le ponemos un marco (el cartoné, el cosido, las hojas). Y solo entendido como objeto nos resulta valioso.
4.
El otro lenguaje, el vital, el que no está en los libros, sencillamente acontece. Vive.
No necesita intermediación, sino que nos brinca a la cara, fresco y lozano. En la calle.
Es algo público. Exterior. Franco.
5.
Por contra, el lenguaje de los libros desvela siempre un misterio.
Y por eso los compramos, los atesoramos, nos gusta tenerlos.
Los libros.
Aun sin saber por qué los tenemos, por qué los compramos, por qué los trajimos a esta provisionalidad de la balda.
Lo único que sabemos es que son la parte final de una corazonada, y que se ha producido gracias a la intermediación de ese otro lenguaje social, sembrado de indicios, de pistas.
6.
Opinaba Josep Plá que la felicidad es la vida y no el arte.
Por esa razón es que guardamos los libros, en previsión de que el jugo dichoso de la vida se nos agote y haya que buscar esa esquiva prosperidad en la realidad duplicada de los libros.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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