Un guía anónimo duerme entre los senderos de una geografía aterradora que solo él conoce. Por allí lleva a extranjeros, a lomo de mula, resguardándolos del camino escarpado. Sueña con su mujer y con su hijo. Sueña también con la amenaza de la inminencia de la llegada del tren, lo que hará que su trabajo se vuelva obsoleto. Las infidelidades de su esposa no le permiten dormir tranquilo. El guía evoca a su mujer que se desliza entre sueños como una gata montuna en medio de la promesa de aventuras elementales y telúricas que le recuerdan, en medio del abismo, lo inevitable de la muerte. Y así, lo elemental y lo telúrico se va instalando en medio del relato, como se va instalando a lo largo de las 35 narraciones que hacen parte de 34 cuentos cortos y un gatopájaro, recopilación que la pequeña editorial Destiempo hace de los relatos publicadas por el escritor colombiano Evelio Rosero entre 1978 y 1981.
Evelio Rosero logró reconocimiento internacional en 2007 después de ganar el II Premio Tusquets Editores de Novela por Los ejércitos, obra que en 2009 también le mereció el Independent Foreign Fiction Prize. A este reconocimiento le preceden doce novelas, libros de cuentos y relatos infantiles que han sido recientemente reeditados.
Las 35 narraciones cortas que recoge este volumen podrían leerse como un acto de cartomancia. En ellas se cifra lo que constituirá el universo literario de Rosero, atravesado por voces fantasmales y personajes arraigados a la tierra y que le deben tanto a García Márquez como a Juan Rulfo. Inquietantes espectros que recorren el puerto de Tumaco, la plaza principal de un pueblo, el patio de una casa en donde los cerdos reciben su muerte con placer y el corazón de una res.
Todos los relatos son construidos de manera similar, desde una voz repetitiva, hipnótica, que se vale del lenguaje poético para apenas dibujar el murmullo de estas ánimas que corean historias ancestrales que se encuentran suspendidas sobre los callejones de los pueblos y que son evocadas por la pluma de Rosero como si se tratara de un médium: “Y sin embargo ella ha preferido seguir sola en su casa, donde no hay otros pasos que los suyos y el único espejo la refleja a ella únicamente, y hay un retrato con la cara de ella cuando ella era niña, y un escapulario en la pared, pues ella reza, es devota de la Virgen de la Playa, y va a misa, y dicen que hasta el párroco está enamorado de ella, sin esperanzas, pero que ella nunca supo nada, eso dicen”.
Los relatos escogidos en este volumen son de calidad desigual. Tal vez la brevedad les juega en contra y resalta sus puntos flacos poniendo de manifiesto lo difícil del género. Mientras que en algunos la propuesta de arriesgar el lenguaje y poner a las palabras a bordear las fronteras entre poesía y prosa para convertir una mirada costumbrista en estampas polisémicas y violentas, en otros es superior el latido de una voz de fábula anticuada que cierra el relato a reflexiones torpes sobre literatura y muerte. Un ejemplo de esto es “Una muerte”, cuento que se encuentra reproducido en la contraportada del libro, en donde un personaje inédito anuncia que matará a su autor diciéndole la frase: “Abre bien los ojos, esto no es un cuento”, y que pareciera un ejercicio inconcluso a partir de una lectura de Pirandello.
Como una placa de microscopio, este volumen permite examinar el germen de los personajes esperpénticos y arquetípicos que gobernarán las ficciones de Rosero. Transitan tranquilos, con paso lento y a veces muy seguro, diluyéndose entre moralejas e ideas que, décadas después, se arraigarán de manera consistente en su prosa para construir una voz espectral y sencilla que servirá como marco para hablar de la espeluznante violencia que se vive en el campo colombiano.
nació en Bogotá en 1985. Vive en Nueva York donde lee, corre y escribe. Sus poemas han sido publicados en la Revista de Poesía de la UNAM y Palabras Errantes. Lleva el blog Te lo juro por Madonna. En twitter es @empari_.
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