Cerca de la Estación Joe Arroyo del sistema de transporte masivo Transmetro, en dirección a la calle 72, buscando la sombra de los árboles, cerca de las mochilas y las artesanías encontrarán un letrero pintado sobre la cara de un triángulo escalonado: Liga de Taekwondo del Atlántico. De tener un anuncio en neón muchas almas condenadas serían salvadas durante la noche, cuando es imposible leerlo y la zona se llena de alcohólicos, prostitutas, drogadictos y delincuentes comunes. La reja que separa el mundo exterior con el templo del Taekwondo en el Atlántico debe ser tan vieja como el estadio Romelio Martínez, y su desgaste estuvo favorecido, entre otros factores, por el sudor de los campeones que la abrieron y cerraron a lo largo de todos estos años. Arriba de la escalera piramidal puede atacarle el vértigo. Apóyese en el barandal, alguien pronto le abrirá. Los principiantes vienen a aprender de lunes a domingo, a las tres, a las cinco y a las siete de la tarde. Tres maestros, tres horarios. Elija usted el que más se acomode a su rutina.
Mientras la mayoría de los cristianos almuerzan, los mejores tres guerreros de espíritu indomable de cada categoría entrenan. Alternan, un día a medio día, al siguiente en la noche. La visita en cuestión ocurrió un día de semana, entre 12:30 y 2:30. En los alrededores del estadio los recicladores que rondan excitados durante la noche lucían agotados. Uno dormía apartado bajo la sombra de un árbol, en medio del solar adoquinado que se extiende hasta el parque de los músicos. Otro iba relamiéndose el almuerzo. Lucía de buen ánimo. Le habló al dormido que no respondió, se le acercó y le apretó un bolsillo. El dormido despertó molesto. El otro se fue riendo, cojeando.
En la Liga la reja no se abre a menos que expliques para dónde vas. Al entrar atisbarán pasto verde durante unos segundos —si es de día—, verán un área adecuada para prácticas de Jiu Jitsu, luego girarán a la izquierda y llegarán al lugar donde han sido moldeados centenares de taekwondistas. En la bóveda ventilada bajo las graderías del estadio colgaban un par de sacos de unos travesaños. La mitad de la superficie del suelo estaba cubierta con un polímero esponjoso protector. Unas pesas y bancos de ejercicios deslucían por su edad, en un rincón. Corría brisa fresca traída por los árboles. El sonido de los golpes sobre las almohadillas y las paletas cubiertas de cuero marcaban un ritmo. Los Kiaps comenzaron a elevar la energía del lugar. Los gritos producidos desde el estómago les daban a los deportistas el impulso adicional que necesitaban para dar el máximo. Hacían cosas asombrosas con mucha naturalidad. El grupo era mixto, todos muy enfocados en los movimientos del adversario. Daban la sensación de rebotar sobre la punta de sus pies, preparándose para el golpe definitivo. Las mujeres luchaban por mantener sus cabelleras dentro de los protectores de cabeza y los hombres por no perder sus espinilleras. La ferocidad y certeza en sus ataques, junto con la capacidad para focalizar la energía y de regenerarla, era admirable. Antes de combatir se concentraban en la respiración, en las pausas breves las risas eran frecuentes. Bodhidharma sigue vivo, y no solo entre los budistas. Estos campeones, al igual que los monjes shaolín, son capaces de flanquear los límites humanos y luego regalar una sonrisa honesta y pura. Entre otros, estaban presentes: Deyby Escorcia, número uno en el escalafón. Abel Berdugo, número dos. Mardis Buelvas, número tres.
Kalebis Torres es cinturón negro, primer Dan, tiene 29 años. Mide un metro ochenta y dos centímetros, pesa noventa y seis kilogramos. Ocupa el tercer puesto en el escalafón. Él y sus colegas practican Taekwondo WTF, la versión deportiva del arte marcial coreano que busca puntos en vez de knock outs. Él intercedió ante su profesor Gerson Ortega, quien permitió que me inmiscuyera en el entrenamiento, un mes antes del torneo de cinturones negros a realizarse el 10 de junio del 2013, en Cartagena de Indias. Lo que sé de Taekwondo se lo debo a mi maestro Kevin Castillo —dice, luego de listarme las medallas que han ganado todos los presentes—. Se prepara para trotar antes de entrenar. Muchos han podido estudiar gracias al deporte, como yo —explica, antes de comenzar a calentar—. Días después me contó que cuando jugaba fútbol en el colegio nunca terminaba un partido, por peleonero. El entrar a la universidad su maestro potenció un talento nato, hoy es el autocontrol personificado.
Maira Martínez tiene 23 años, lleva seis años practicando Taekwondo, pesa sesenta y dos kilogramos, mide un metro con sesenta y siete centímetros. Es cinturón rojo. Un primo se lo recomendó como una buena forma para mantenerse en forma y no subir de peso. Asegura que las artes marciales no sólo ayudan a defendernos de ataques físicos sino que también forman carácter, ya que exigen disciplina, autocontrol y nos impulsan a perseverar frente a los objetivos que nos planteamos en la vida. En caso de necesitarlo recomienda tomar la mano del agresor, flexionar sus dedos hacia los lados provocándole fuerte dolor, y evitar así que nos genere algún daño. Asegura que un movimiento del que se puede sacar ventaja es una patada en los genitales del atacante, complementado con un puño directo al estómago. Entre las características que destaca del Taekwondo están los movimientos lineales y circulares, en los que se trabajan todas las partes del cuerpo. Para ella la adrenalina que se produce entrenando y luchando es lo más gratificante de practicar esta disciplina. Hace mucho estudió Karate, pero dice no haberle gustado. Afirma que practicar un arte marcial desde la época del colegio sería de gran utilidad, ya que fortalecería el carácter de los niños. Pide al presidente más apoyo para las artes marciales en general.
Mateo Ortiz tiene 18 años, lleva cuatro practicando taekwondo. Mide un metro con setenta y cinco centímetros de altura, pesa setenta y un kilogramos. Es cinturón negro, primer Dan. Antes del Taekwondo practicó boxeo. El taekwondo siempre me llamó la atención —recuerda— porque tenía un primo que era cinturón negro y yo lo acompañaba a los entrenamientos y me gustaba mucho. Por cuestiones económicas mi papá no me quería meter, pero a los 14 años un tío pagó mi primera mensualidad y de ahí en adelante empecé a entrenar. Afirma que este arte marcial lo ayudó tanto física como mentalmente, aumentando su confianza, disciplina y forjando una mentalidad de ganador. Aparte de aprender a defenderte —continúa—, te da autocontrol, lo que ayuda a sortear mejor ciertas situaciones que se presentan en la calle. A su entender lo que diferencia al Taekwondo de otras artes marciales es la variedad y espectacularidad en técnicas con patadas. A esta disciplina le debe el poder hacer parte de una selección, así como el tener la capacidad para mentalizarse y conseguir metas y poder lograr ser mejor cada día. Apoya la idea de enseñar un arte marcial desde la edad escolar, ya que inculcaría a los niños y adolescentes, no sólo conocimientos de defensa personal, sino también disciplina y espíritu competitivo. Pide al presidente que apoye más el deporte, ya que de esa manera bajarían los índices de delincuencia.
Linda Paola Palmett Díaz tiene 19 años. Dos años y 7 meses practicando Taekwondo. Es cinturón azul. Decidió comenzar a entrenar cuando sus padres se separaron, época que coincidió con el ingresó a la universidad. Le ayudó muchísimo —asegura— además de aprender un arte marcial que nos ayuda a acondicionarnos físicamente, es un deporte integral donde se nos enseña disciplina, respeto, amabilidad, fortaleza, a trabajar en equipo, lo que nos ayuda a crecer en el ámbito de las relaciones interpersonales. Recomienda a los colombianos que aún no saben un arte marcial que siempre estén un paso adelante. Vivimos en un país donde el pan de cada día es el oportunismo y la violencia, por lo que es importante aprender a defendernos. Recomienda, en caso de ataque, una patada en un punto débil o sensible, puño en la nariz, o dedos a los ojos. Lo más gratificante que le proporciona esta disciplina son las amistades, los momentos compartidos, lo que ha podido conocer gracias al Taekwondo, y sobre todo, el amor que desarrolla por lo que hace. Sin dudarlo asegura que estudiar un arte marcial desde la época juvenil es positivo. El deporte es salud, recreación, además el deporte es inversamente proporcional a la violencia —explica—. Al presidente de los colombianos le pide: quisiéramos que nos proporcionaran más recursos, para que más personas se atrevan a incursionar en el mundo del deporte y las artes marciales. Queremos un país que progrese por medio de otro tipo de actividades que no sean la guerra.
Cortesía, integridad, autocontrol, espíritu indomable, envuelven el emblema de la Liga del Atlántico. Estos atletas marciales, muchos de los cuales prefirieron evitar dar su opinión contienen el espíritu de los ocho trigramas que definen las fuerzas naturales del Yin y del Yan y que de manera conjunta conforman el Tao: Keon (cielo), Tae (Lago), Ri (Fuego), Jin (Trueno), Seon (Viento), Gam (Agua), Gan (Monte), Gon (Tierra).
Lo indescriptible
El Tao que puede ser definido
No es el eterno Tao.
El Tao que puede ser nombrado
No es el verdadero Tao.Concebido sin nombre,
Es la esencia del Cielo y la Tierra.
Concebido con nombre
Es la madre de las diez mil cosas
(De la manifestación del Tao).Siempre sin deseo debemos encontrarnos
Si hemos de sondear el profundo misterio;
Pero si con deseo nos mantenemos
Sólo veremos la superficie.Sin nombre y con nombre
Son en realidad lo mismo,
Una dualidad aparente.
Juntos le llamo el Misterio
Y en este misterio profundo
¡Se halla la puerta de toda maravilla!(El Tao, de Lao Tzu. Traducción de Ernesto Nesh.)
es comunicador social y periodista de la Universidad del Norte, Colombia. Master en periodismo de la Universidad de Barcelona y la Columbia University de NY. Trabajó como profesor en la Universidad del Norte y en la Universidad Autónoma del Caribe. Shoninki en formación. En twitter es @francescovitola.
Muy buena crónica-etnografía, ¡gracias!
Me transporté a ese lugar con tu crónica: sentí el calor, la brisa y los kiaps.
VAN HAUVART José Luis Comencé las actividades marciales en el año 1983 en la ciudad de Esquel prov. de Chubut realizando Karate-Do en la Soc. Española de dicha ciudad, hasta fines de 1984 ( con 12 años).En 1985 regreso con mi familia a mi ciudad ( Villaguay Entre Ríos) y comienzo la s prácticas de Taekwondo e n el club Huracán de la ciudad a cargo del Instructor1° Dan Bertoia Raúl, luego con el 1° Dan Buaidar Ale, pasan 6 años de práctica y alcanzo mi 1° Dan.Viajo a Buenos Aires ( Cap. Federal) y comienzo a enseñar y a practicar en el gimnasio Deporte y Salud ( de Marcela y Patricia Sangenis) junto a mi primer profesor 4° Dan Raúl Bertoia, con quien compartimos gratos momentos. Tengo la gran satisfacción de ser alumno del Maestro 7° Dan Han Chang Kim ( hoy es 9° Dan), quién muy seguido dictaba clases en el gimnasio, también conocí al actor y artista marcial Jean Claude Van Damme en su primer viaje a la Argentina; y a otras conocidas personalidades que me incentivaron en mi capacitación y perfeccionamiento constante.A fines de 1998 regreso a Villaguay y en 1999 en la Soc. Italiana de la ciudad com ienzo a dictar clases con el 2° Dan, alcanzado en el año 1997 en Bs As, el trabajo fue arduo junto a Rodríguez Mario 1° Dan quien ya estaba dando clases, además del acompañamiento de los alumnos y por supuesto los Padres quienes son el pilar elemental para todo instructor.En 2005 alquilo un salón en el cual hoy nos encontramos dictando clases junto a mis alumnos e instructores Sebastián Ojeda 2° Dan, Pedro Garay 1° Dan, ( ellos contaran su historia), con aproximadamente 20 alumnos que se mantienen.En lo que respecta al estudio, llegue a obtener el título de Técnico Sup. de Turismo en el año 2002, luego estudie el Profesorado de Nivel Superior obteniendo el título en el año 2005. Con esto intento ser ejemplo para mis alumnos de la importancia del estudio y la formación constante.