JD Victoria nació el 20 de octubre de 1969 en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. Es graduado de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Ha colaborado con artículos, reseñas, entrevistas, traducciones y trabajos de creación literaria para diversas publicaciones y antologías de México, España y Sudamérica. Es autor de los libros de poesía: La celebración de otoño (1995) y Tierra junta, del poema extenso Boca de la lumbre y de la novela Carne de Cañón. Ha escrito también varios libros didácticos de temas relacionados con el folclor, las costumbres y tradiciones de México. Actualmente prepara una traducción anotada de Finnegans Wake, de James Joyce. Lleva el blog Estela de Finnegan.
Mauricio Salvador: Hay más astronautas preparándose para ir a Marte que traductores del Finnegans Wake, estoy seguro. ¿Cómo es un traductor de Joyce?
JD Victoria: Bueno, hay de “traductores” a traductores. Puedo comentarte que, debido a las características del texto, que se presta mucho a “irse por la libre” (si uno no se compromete, o se compromete sólo con una fecha de entrega, que es lo mismo), lo más común es encontrarse antes con “recreadores” que con traductores; es decir, crean su propio Finnegans Wake (FW), con mínimos o inexistentes argumentos literarios, validos de la licencia de abordar un texto que “nadie entiende”. Eso pasó con Francisco García Tortosa (para Cátedra) y Víctor Pozanco (para Lumen), que bajaron tanto el listón de la traducción de FW al castellano, que ya (casi) nadie se anima a impulsar un proyecto semejante entre nosotros. Ambos libros fueron retirados de los estantes en medio de escándalos. La traductora china que sacó su versión a principios de este año (con éxito rotundo e inesperado), se ufana de no “aclarar” nada al lector, y al contrario, utiliza la mitad del texto original, sin ningún retoque, y lo que pasó al chino, lo enredó al máximo para “imitar” el original (inaccesible incluso, en una primera lectura, para los nativos irlandeses).
No obstante, en Sudamérica se destacan esfuerzos de argentinos (Chitarroni, Lamborghini, Zabaloy) y de Ricardo Silva-Santisteban, en Perú. Tal vez para tu sorpresa, y también para la mía, por cierto, inicié la traducción sólo con mi PC conectada a Internet y poco más; incluso, aunque sabía que Salvador Elizondo había intentado una versión de la primera página, no la conocí sino un año después de que yo había terminado la mía (que a la postre fue publicada en La Jornada Semanal en 2007).
Durante el periodo en el que me concentré exclusivamente en traducir FW, llegaba al escritorio (prestado) y leía lo que había hecho el día anterior; incorporaba lo que se me había ocurrido enmendar la noche anterior (las noches me son propicias para el trabajo mental) y acometía la siguiente oración… o incluso una sola palabra especialmente elusiva. Esto durante tres horas al día, y el resto de la jornada me dedicaba a “rumiar” lo que había hecho, hasta el día siguiente. Así avancé 2 capítulos en 2 años, que son 45 de las 626 páginas que tiene la novela; incorporando más de mil 500 notas a pie de página y alrededor de 9 mil alusiones que no están explícitas en el texto; es decir, desdoblamientos del texto, dobles o triples lecturas, juegos de palabras, citas literarias, etcétera. En este ejercicio, las 45 páginas originales se extendieron a casi 150 cuartillas con notas y lecturas alternativas, incorporadas al mismo discurso, porque FW mantiene una estructura de palimpsesto, donde todo está escrito en capas de significado, donde el texto extiende o niega la idea original, o realiza una digresión inesperada.
Como comenté, la mayoría del material utilizado proviene de Internet: de grupos de estudio, de páginas de exégesis, donde los interesados compartimos puntos de vista; de diccionarios de varias lenguas, de textos académicos que circulan con libertad, de versiones anteriores del texto (borradores), etcétera. Asimismo, después de terminar cada versión de capítulo, la cotejaba con las propuestas de tres autores canónicos al respecto, pero cuyas versiones, con frecuencia, son divergentes: Joseph Campbell, William York Tindall y John Gordon; rescataba lo que para mí hacía sentido de sus observaciones y seguía (sigo) rascándole a episodios ya trabajados. De esta manera, ciertamente, mi área de trabajo no ofrece gran interés (incluso, la mitad del capítulo 2 lo trabajé en un cibercafé, en medio de preparatorianos chateando y mucho reggaetón). Yo le atribuyo todo el mérito al método y a la empatía conseguida a costa de una relectura obsesiva del texto original, y el desmadejamiento de los recursos empleados por Joyce; sobre todo, en Ulises.
MS: Me gustaría que viajáramos a esa época de relectura obsesiva. ¿Cuál era tu estado de ánimo entonces? ¿Por qué te obsesionaste, si lo podemos llamar así, con Finnegans Wake?
JDV: En 2005, vagando en Internet, hallé una referencia a lo inescrutable del texto; Joyce ya era para mí uno de los grandes genios de la literatura, y él insistía en que todo lo publicado en FW lo podía explicar, palabra por palabra (en efecto, lo iba haciendo en cartas a su mecenas, Harriet Shaw Weaver). Entonces conocí el primer párrafo:
riverrun, past Eve and Adam’s, from swerve of shore to bend of bay, brings us by a commodius vicus of recirculation back to Howth Castle and Environs.
De inmediato sentí que esa prosa musical y enrevesada estaba llena de sentidos ocultos. Entonces me dispuse a desentrañarlos (casi) todos. Tras dos semanas, casi insomne, terminé mi versión anotada de la primera página: el logro tan celebrado a Salvador Elizondo, cuya traducción aún desconocía, y que después ensayó Pedro Ángel Palou, en un texto que aun no he podido cotejar. Esta propuesta fue publicada en La Jornada Semanal para celebrar el Bloomsday de 2007. Era junio, y semanas antes había fracasado mi tentativa de obtener una beca del SNC; en esa ocasión escribí en la pared de mi oficina tres postulados:
1) Libertad
2) Renuncia al deseo y
3) Nadie me lo quita
En alusión a la obra poética que ya tenía, de la que estaba orgulloso, y con la posibilidad de hacer algo absolutamente inédito dentro del panorama de nuestras letras. De esta manera, dos años después de aquel arranque, y visto ya en negro sobre blanco en el suplemento cultural que había sido referente mayor durante mi temprana juventud, me lancé a continuar con la aventura de FW.
Empecé el 27 de junio de 2007, y justo un año después le puse punto final a mi versión del primer capítulo completo, que ya reunía más de mil notas a pie de página. De inmediato emprendí la tarea con el segundo capítulo, aún en junio (mes clave para los joyceanos), pero de 2008. Asimismo, el último día del mismo mes, pero de 2009, cerré la traducción del segundo capítulo con “La balada de Persse O’Reilly”. Y ahora mismo, al transcribirlo, he detectado una nueva alusión (Rei = Rey = Reí) que hasta ahora no había considerado. Desde entonces he buscado un apoyo académico y monetario para continuar con este sueño lúcido y me he mantenido en un proceso de reescritura continua de lo ya realizado, anexando hallazgos recientes y siguiendo una lectura colectiva en un grupo de Internet que analiza, semana a semana, una página de FW… Pero sin profundizar demasiado hasta el nivel de la traducción, pues mi foco literario ha cambiado hacia una novela en marcha que ya me llevó, incluso, a visitar China sólo para conocer “cómo huele Shanghai”.
MS: Hablas de la escritura de una novela, además. Y no sé pero percibo quizá una queja en tus condiciones actuales como traductor. ¿Cómo te sostienes para llevar a cabo una empresa de tal magnitud?
JDV: Trabajo como corrector de estilo para Diario de Morelos, y realizo chambas “freelance” para mantenerme. Claro que estoy abierto a la generosidad de algún mecenas… La queja que identificas es precisamente que, aun con “los pelos de la burra en la mano”, persiste el prejuicio de que FW es “intraducible” e “ilegible”; incluso en los mismos reportajes y foros donde se toma mi parecer al respecto. Siento como si trajera una bomba atómica a una feria escolar de ciencias, porque FW tiene la capacidad para dinamitar (¡otra vez Joyce!) la literatura actual; apelando a tu símil con los astronautas, es como si abogara por la existencia de los marcianos mostrando toda la evidencia, con alienígenas y naves incluidos, ¡y se mantuviera la postura de que estamos solos en el universo! Verdaderamente entiendo muy bien eso de estar predicando en el desierto…
MS: ¿Hay maestros de la traducción que guíen tu labor?
JDV: En realidad, mi acercamiento a Finnegans Wake se ha dado más en el estilo de Octavio Paz con los poetas japoneses y nórdicos que al modo del traductor convencional; es decir, a través de la “apropiación”, más que de la transcripción; incluso considerando que en 150 páginas efectivas de mi versión de los primeros dos capítulos no me he tomado más de cinco licencias para incluir guiños no sugeridos en el original, y eso porque ajustaban adecuadamente en el contexto, o bien por cuestiones de ritmo, o bien por la temática. La diferencia con Paz es que, mientras él “retrabajaba” a su modo las versiones que un traductor intermediario le entregaba de los poemas en idiomas para él prácticamente desconocidos, pero identificables de inicio, mi fuente ha sido exclusivamente la obra original, en esa mezcolanza de más de sesenta lenguas que se empalman, sin otro referente para dilucidar su empleo en una frase que la sola intuición y empatía con el autor; por eso sostengo que traducir FW es tan sencillo como leer la mente de un muerto: de un genio literario muerto que armó su discurso con marcado acento irlandés al garete, respetando más la imitación fonológica que la ortografía convencional (como sucede actualmente al representar coloquialismos o juegos de palabras en inglés) y apelando a tantas lenguas como le fue posible consultar para incorporar “falsos amigos” o cognados que enriquecieran en varios planos cada oración, cada palabra. Por la naturaleza tan personal de este proyecto y su metodología, que implica más investigación que transliteración, no he buscado la tutela de otros traductores durante el proceso, y sólo he mostrado los resultados a varios “trujamanes” consolidados, entre los que destaca el doctor Ricardo Silva-Santisteban, miembro de la Academia Peruana de la Lengua e intérprete -acucioso- a nuestra lengua de Joyce y Mallarmé.
MS: ¿Te consideras un traductor profesional? Y entrados en gastos, ¿qué se necesita para ser un traductor de Joyce?
JDV: Un traductor “profesional” trabaja por encargo, muy aprisa, a tanto la cuartilla, venga como venga y salga lo que salga (ver las versiones de Víctor Pozanco para Lumen y de García Tortosa para Cátedra); yo trabajo este texto por mandato personal, a cuentagotas, cotejando con diversas fuentes y sin retribución por anticipado, pues creo que existe un hueco enorme en nuestro panorama literario sin la presencia de “Finnegans Wake” entre nosotros. Para emprender la misión de trasladar FW a cualquier idioma se requieren: empatía con Joyce, pasión por el autor y por la literatura, perseverancia, paciencia infinita, capacidad de asombro; una estricta metodología de investigación, intuición y mucha suerte para hallar la punta del ovillo que desenreda determinados pasajes extremadamente crípticos, casi herméticos, por su dosis de alquimia. Recordemos que se trata de “leer la mente” de un genio literario muerto.
MS: ¿En cuánto tiempo proyectas que terminarás la traducción? ¿Has tenido pláticas con algún editor para la edición de tu versión de FW?
JDV: Al ritmo que llevo, de aproximadamente 2 semanas de traducción por página, incluyendo la investigación, y considerando las revisiones y cotejos posteriores con otras fuentes, estimo que la novela completa, en versión anotada, estaría disponible dentro de 15 años, con lo que este proceso habría tardado casi lo mismo que su gestación de la mano de Joyce, de 1923 a 1939: 16 años.
Al respecto de la publicación, y bajo el esquema de ir sacando capítulos por separado de lo que ya está disponible, que es como comenzó a circular la novela original (fragmentariamente) y como puede ser hallada en traducciones de otras lenguas, algunas editoriales de España, Argentina y México han levantado la mano, aunque aún no se
concreta algo específico a corto plazo. Verdaderamente, publicarlo está resultando más azaroso que traducirlo.
MS: Por último, a nivel personal, ¿qué es lo que agradeces a la traducción?
JDV: La posibilidad de entrar en la mente de un autor extranjero, de asumir sus convicciones y su postura ante el lenguaje escrito en su propio idioma por un momento, y atestiguar el germen de su literatura, de su pasión compartida.
nació en 1979. Vive en la ciudad de México.
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