Un hombre de mediana edad al que se le tapona una arteria en el cerebro. Una mujer de clase media que invita a cenar a extraños sin hogar a su casa. Dos jóvenes que se aburren en su pueblo. Una estudiante de medicina que pasa un fin de semana sola en la casa de sus padres. Una niña que asiste a un presunto fenómeno paranormal. Estas son las historias-marco que incluyen otras, muchas historias donde algunos rodeos en pormenores, detalles o anécdotas de un descarnado costumbrismo funcionan como una eficaz elipsis donde se condensa una intemperie, una especie de desamparo vital, en algunos casos moral, ideológico en otros, que asedia a los personajes de estos cinco cuentos.
“Es preferible tener suerte a ser inteligente”, repite como un autómata Rubén, el protagonista del primer relato. Esta frase, memorizada después de escucharla en el diálogo entre dos desconocidos en un hospital es lo único a lo que se aferra con convicción el protagonista en los intermitentes estados de afasia y pérdida de la memoria que sufre a consecuencia de una aneurisma. Sus rutinas diarias son descriptas detalladamente, con atención a un cúmulo de incómodas situaciones domésticas que activan una mueca cómplice pero oscilante entre la risa y la compasión.
En “Erasto” una mujer divorciada y abierta de mente invita a desconocidos sin hogar a cenar a su casa y a relacionarse con sus hijos. El sentimiento de culpa de clase es indagado aquí con una sutileza quirúrgica. El relato explora la corrección política como un sentimiento de culpabilidad que asedia a las clases medias, y con aptitud entomológica indaga en la variedad de sus matices evitando amplificarlos a una tesis conciliadora.
El siguiente relato comienza con la descripción de un grupo de hombres reunidos en el bar de la sociedad de fomento que miran porno en un televisor de pantalla plana. Una postal aplastante de la vida cotidiana en un pueblo perdido en algún lugar de la llanura bonaerense. Dos adolescentes en pleno despertar sexual trabajan juntos en una carpintería. Tanto la exploración física del deseo como la ejecución de una venganza anuncian que su mutua complicidad está empezando a tambalear.
En “Final de anatomía” nos encontramos con una chica que pasa un fin de semana en la casa de vacaciones de sus padres. La acompaña solamente un esqueleto humano. El relato se ubica en Argentina hacia fines de los años setenta y la violencia política y social está en los titulares de los noticieros. Sin embargo, estos pormenores que sirven de contexto son accesorios porque el acercamiento afilado a la conducta de la protagonista administra una violencia más íntima y omnipresente que diluye la reducción del relato a una simple alegoría de la época.
En «Can Solar», el último de los cuentos, y el que le da el nombre al libro, nos encontramos con una aproximación al imaginario infantil de lo paranormal. Los indicios, las huellas, los signos los rumores maquinan una historia donde el sensacionalismo mediático, las supersticiones populares, la ufología y las leyendas urbanas conspiran contra el dominio del crudo realismo de los anteriores relatos.
Los cuentos de Can Solar funcionan cada uno con autonomía del conjunto. Sin embargo, desde esa violencia latente explorada con una crudeza puntillosa en los cuatro primeros relatos a la ternura con que se acarician las intuiciones infantiles acerca de lo desconocido en el último, nos encontramos ante la exposición sin condescendencia de los personajes a una intemperie desoladora. Aunque este desamparo, esta ausencia casi total de esperanza evidencian mucha convicción narrativa. Vitalismo realista, austero, sin épica. Una de esas lecturas que nos hacen sentir como una señora gorda de sociedad de beneficencia observando con asombro a una patota de chicos huérfanos devorando una vaca cruda con las manos.
Carlos Godoy (1983) tiene publicados varios libros de poesía. Entre ellos, el célebre Escolástica Peronista Ilustrada (2007) que se puede encontrar fragmentariamente en la web. Ha editado Vienen bajando. Primera antología del cuento zombie, en edición digital para el CEC. Este es su primer libro de cuentos.
nació en Córdoba, Argentina, en 1980. Es editora y crítica y autora de la novela La puerta del cielo. Actualmente vive en Barcelona.
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