Leo unas declaraciones del escritor Juan Ripollés (Sabadell, 1971 ), autor de la novela Quemar el cielo (Ediciones Leteo, 2011), que francamente me llaman la atención.
Dice Ripollés:
«Después de derrochar litros de flujo y semen en esta novela [Quemar el cielo], me prometí escribir una historia en la que quedara desterrado el sexo en la medida de lo posible. En esas ando y en otras mil cosas que quieren sacarme de pobre. En todo caso, tendré que hacer un alto para tratar de difundir un poco Quemar el cielo, puesto que la editorial no se está tomando la molestia de hacerlo. La cultura de la subvención favorece que ciertos editores se contenten con cubrir las apariencias, llenando el almacén con el material que paga la administración y que queda muy bonito sacar envuelto entre sonrisas y pajaritas, al calor etílico y pecuniario de los cócteles oficiales (negrita en el original) [1. Joan Ripollés en entrevista con Fran G. Rubio. Diario El Plural.es].
Se refiere, cómo no, a la editorial Leteo, editorial independiente, pero -a lo que parece- subvencionada. ¿Se puede considerar una editorial independiente siendo que depende de las subvenciones?, me pregunto.
Pensando en esto me he acordado de la (pen)última columna de Juan Palomo para El Cultural [2. De dominio público. Blog de Juan Palomo. El Cultural.es. 03/02/2012]. Allí se llama la atención sobre los derechos de los autores muertos en 1941 y que ya han pasado al dominio público, por lo que no hay que pagar ni un céntimo para poder publicarlos (y, por supuesto, no se ha de compartir tampoco el dinero de las ventas con nadie). Entre tales autores están Sherwood Anderson, Virginia Woolf o James Joyce.
Juan Palomo se pregunta:
«¿Se invertirá el ahorro en cuidadas ediciones? Veremos.»
Sépase que muchas de las así llamadas editoriales independientes dependen -paradójicamente- de publicar textos libres de derechos. Y no, casi nunca gastan su dinero en ediciones mejores o acaso en estudios introductorios y críticos o en pulcras traducciones. De hecho, tal situación suele ser la excepcional.
Y hablando de editoriales independientes, no todo va a ser suspicacia y reproche. Pero, para ello, nos habremos de marchar a Colombia. Desde las páginas de la revista Arcadia, Nicolás Morales [3. Nicolás Morales. El piropo del año: los indies editoriales. Revista Arcadia.com 18/01/2012] llamaba la atención hace unas semanas sobre el hecho de que los críticos colombianos hayan destacado «a las pequeñas editoriales colombianas como las vedettes del año cultural en 2011″. Morales nombra a Laguno Libros, El peregrino editores, Editorial Destiempo, Mesa Editores, La Silueta, Rey Naranjo, Tragaluz, La Carreta, Ícono o Taller Editores, como ejemplo de buen hacer. Sin embargo, Morales les pide cautela y les da varios consejos (5, en total); a saber:
a) hay que editar más proyectos, b) hay que incluir libros bandera, c) hay que editar muy bien, d) hay que hacer libros bonitos y e) hay que ser guerrilleros para distribuir.
En opinión de Nicolás Morales el ejemplo que deberían seguir las editoriales independientes colombianas sería la mexicana Sexto Piso, sobre la cual no escatima elogios.
Dice de ella: cantidad, imaginación, cuidado gráfico, fe de los públicos y un trabajo de mercadeo editorial envidiable.
Vale.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
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