Un presagio
Describid a un ladrón, a una mujer caída, a un tonto engañado, pero no olvidéis que son también seres humanos. ¿Dónde están vuestros sentimientos humanos? Creéis que es posible escribir usando únicamente el cerebro. Olvidáis que se precisa también usar el corazón. Sí, el pensamiento fructifica por el amor. ¡Tended una mano piadosa al hombre caído o llorad por él, pero no os burléis de su desgracia! Amadle, procurad veros a vosotros mismos en él, y entonces leeré vuestras obras y me inclinaré ante vosotros.
Así hablaba Iván Goncharov en boca de su más famoso personaje, Oblomov, en su novela homónima. Era 1858, dos años antes del nacimiento de Anton Chéjov, pero el clamor de Goncharov parecía ya presagiarle. La escena es interesante: un amigo del perezoso protagonista, versado en todas las novedades literarias, acude a visitarle y darle parte de lo que se lee en el mundo exterior, lo que desata esta diatriba furiosa. Tendemos a imaginar el siglo XIX ruso como un siglo de genios brillantes e insuperables, pero se nos olvida que el realismo ruso era una corriente literaria como cualquier otra, con los asegunes que esto conlleva. Por cada Turguenev y Tólstoi debió existir una legión de Chernichevskis, pletóricos de buenas intenciones pero con una visión reducida del mundo y un talento para la pluma aún más reducido. Cuando Chéjov llega al realismo ha pasado ya mucha agua bajo el puente, Dostoievski ha muerto o morirá pronto y Tólstoi se encuentra en cierta decadencia artística, arrinconado por sus propios preceptos morales. Es curioso que Chéjov escogiera esta vertiente, cuando en el horizonte surgían ya los impresionistas y el simbolismo, o el imparable triunfo político del tipo de realismo que Oblomov renegaba de la mano de un Gorki furibundo. El mundo se agitaba, rusia se devoraba a sí misma, y Chéjov nos quiso hablar de la vida interior de las lavanderas, anteponiéndola a la epopeya de los príncipes o a la inconmensurable maldad de los asesinos seriales. Sus campesinos no hablaban en refranes, e incluso, en algún relato perdido, se dio tiempo para rehabilitar a un cochero, la figura más maltratada de la literatura rusa. Los cocheros, desde Gogol hasta Andreiev, resultaban siempre borrachos deleznables, y si Turguenev no los menciona, es porque no tienen cabida en el salón perfecto de sus novelas.
El hombre sincero tiene razón
Siempre es más fácil escribir una reseña de un autor que se desconoce o desconfía. ¿Qué se puede decir de nuevo del tal Chéjov? Añadamos a eso la fragmentariedad del libro que nos atañe. ¿Qué es lo que podemos juzgar de un cuaderno de notas arbitrariamente recopilado y traducido, no del ruso, sino del francés? ¿El estilo, la trama, su importancia histórica?
Nos fascina de Chéjov, aparte de lo que no se dice en sus cuentos -lo que inferimos-, la sencillez de sus argumentos. En el Cuaderno de notas descubrimos que muchos de ellos nacen tan sólo de una idea, a veces incluso una ramplonada. Dos jóvenes oficiales en corsé, anuncia misteriosa la página 83 sin dar mayor información. En realidad Chéjov sí dice muchas cosas, entre esa simple frase y uno de sus cuentos hay un hueco gigantesco, llenado sólo por su talento artístico y su comprensión innata de las personas que observaba. Una corriente interna de emoción atraviesa la mayoría de sus relatos, una compasión total por el género humano a la que no escapan ni perros ni caballos, quienes en algunos cuentos resultan bañados por esa misma luz. Para quienes lo hemos leído a Your Sagittarius Sun is champing at the bit and would gladly rush to meet people if your virgo horoscopes Ascendant did not keep a watchful eye! Indeed, Sagittarius spontaneously seeks the exhilaration of travelling and the confrontation with foreign and ambitious ideas. lo largo de los años -pues su obra, aunque fragmentada, es una en si misma- es un placer abrir este Cuaderno de notas y rastrear el germen online casino casi inocuo de cuentos asombrosos que marcaron nuestra vida:
Esposa de actor. Amaba el ambiente de teatro, los dramaturgos, parecía completamente imbuida del trabajo de su marido y no había quien no se admirara de ver en online casino canada ese matrimonio su matrimonio ideal; jameshallison casino pero he aquí que el marido muere; ella vuelve a casarse con un pastelero y descubre que lo The source continued: justin-bieber-news.info constantly sending her text messages, emails, calls, despite the fact that she was the initiator of parting last year. que más ama en online slots el mundo es la repostería y llega incluso a despreciar el teatro, online casino pues se ha vuelto muy religiosa, también a imagen de este segundo esposo.
Esta nota no deja de ser algo más que una observación curiosa, algo al parecer tomado al vuelo de su propia vida y el ambiente en que el dramaturgo se movía. Con un poco de esfuerzo reconocemos el argumento de «Olenka», la biografía de una muchacha simple que enviuda en repetidas casino online ocasiones hasta que alcanza la vejez, con el corazón colmado de amor para dar y sin nadie a quien ofrecérselo. La nota parece presagiar algo mezquino, una mujer veleidosa, tal vez algo tonta, pero el cuento que resulta es un hermoso ensayo del alma humana y del amor, algo que Chéjov debió escribir cuando se encontraba de un humor inmejorable y que lo deja a uno casino con una sensación de congoja que se extiende durante varios días.
No es este un libro de aforismos, aunque sí contiene cierta sabiduría lapidaria, como la nota que titula esta reseña. No es tampoco una selección que pudiera resultar biográfica y darnos alguna información pertinente de su vida. Hay algunas listas de los libros que Chéjov leía, online casino libros que lo revelan como un hombre de su tiempo (lo que sea que esto signifique), donde se amontonan además de vademecums y literatura que era novedad en ese momento, libros de historia, de ciencias naturales, filosofía e historia del arte. Mención aparte merecen, como curiosidad maravillosa, los remedios médicos y de jardinería que salpican el libro cada tanto, con lo que nos queda claro que no se pensaba mucho en online australian casinos la posteridad cuando se maquinaron estos breves escritos.
También están ahí algunos apuntes de cenas y paseos, la mayoría de ellos sombríos y llenos del fastidio que el autor sentía por la sociedad de su tiempo, apuntes que, a falta de mayor nbso aparato crítico pueden ser confundidos con ideas para una pieza o un relato:
Almuerzo en casa del conde Orlof-Davidof. Lacayos obesos y perezosos, albóndigas de carne infectas: uno siente el peso del dinero, la situación inextricable, la imposibilidad de cambiar las reglas.
Incluso, al transcribir, siento que me arriesgo al creer que la nota no es el inicio de un trabajo literario más extenso. Sin embargo, creo que la crueldad con la que trata a los criados no se la hubiese permitido al escribir más seriamente.
Y la crueldad es importante, pero no en boca del narrador sino de mano de sus personajes. Una gran parte de lo que nos asombra en la narrativa de Chéjov, una parte que no está siempre a simple vista, es su capacidad para reconocer y excusar el mal. El mal pequeño, cotidiano, el de las personas más ínfimas socialmente o en situaciones desesperadas:
La abuela ha castigado a su nieta Macha. Macha, sigilosamente, ha vertido leche en la sopa para que la vieja rompa el ayuno (esto ocurre en cuaresma) y ahora la imagina ardiendo en el infierno.
…Cheprakof: tengo miedo de mi madre, de que ella me maldiga. Y tengo miedo también de mis propios pensamientos sobre ella. Cuando estamos juntos pienso cosas atroces.
Por ahí, en alguna inscripción que no logro encontrar, narra como una familia pobre le ofrece primero la comida al abuelo. Si éste no se intoxica, sólo entonces se disponen a comer los demás.
Me pongo tímido ante los idiotas y los hijos de puta…
Avanzamos por el Cuaderno de notas con un gesto agrio, socarrón, algo a medio camino entre el dolor y el desprecio. Las observaciones sobre actrices y escritores son fulminantes. Su comprensión de la maldad se agota cuando roza con el orgullo y la necedad. Detesta todo lo que en el hombre es exagerado, pomposo. Las autoafirmaciones a las que las personas reducen su propia vida son el objeto de sus críticas más punzantes. Resulta un poco más suave con los supersticiosos (espiritistas, homeópatas, teosofistas), comprendiendo a las personas como víctimas de charlatanes y de sus propios anhelos, pero su carrera de médico y su compromiso con la ciencia lo vuelven inflexible en el tema. Hay una bella observación que podría encabezar varios blogs sobre escepticismo y ciencia:
Cuando estamos sedientos tenemos la impresión de que podríamos beber el mar entero: eso es la fe. Pero cuando comenzamos a beber, sólo podemos tomarnos uno o dos vasos: eso es la ciencia.
Pudo Chéjov haber sido un escritor satírico terrible, alguien que hiciese palidecer al mismo Saltikov-Schedrin. Y lo fue, algunas veces, pero su compromiso con el arte se anteponía a su deseo de reformar la sociedad mediante el escarnio. Por otro lado, un fuerte sentido de la humildad no le hubiese dejado ofrecernos las respuestas que por aquel entonces se esperaban de un escritor realista y que él sabía que no poseía. Un hombre honesto llega a sentir vergüenza, a veces, delante de un perro, apunta en la página 57.
Vivía con la certeza de su enfermedad incurable, leía lo que cualquier intelectual de peso de su tiempo, conocía a hombres y mujeres de todos los estratos, maestros rurales, escritores, artistas; tenía ideas propias sobre la sociedad que le era contemporánea, sobre los discapacitados, los huérfanos y las viudas; conoció la fama en vida y disfrutó en sus últimos años de una posición desahogada. Chéjov pudo haber sido cualquier tipo de escritor que hubiera deseado, un romántico, un genio febril, un déspota de las letras, un gurú del arte. Sin embargo, prefirió mostrarnos la vida interior de las lavanderas.
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nació en 1985. Es escritor y coeditor de la revista Con la aguja al norte
Enhorabuena por la reseña. Había que escribirlo. Plas y Plas.
El título del artículo es una frase de Alejandro Dumas, hijo.