Se dice que la época buena para un escritor es aquella que deja atrás las veleidades (de)safortunadas de la juventud y consigue dar forma sublime a esa experiencia de la vida en novelas memorables. Se supone también que ya habiendo arribado el escritor a su época de madurez, ha conseguido un nada desdeñable control del flujo narrativo que le ha llevado a construir su propio estilo y un dominio de la técnica literaria que le permite justamente ser capaz de domeñar la bravuconería del joven escritor, más empeñado en resultar epatante que no en erigir una visión más que singular, apropiada de su propia concepción de lo real, a través de la imaginación novelesca.
Pero tal madurez trae aparejada otras consecuencias, si se quiere menores, y que no siempre son positivas.
Una de ellas la pone de manifiesto el escritor español Gonzalo Torné (Barcelona, 1976), ganador del premio Jaen de Novela 2010, en su reciente texto «Javier Marías explicado a los jóvenes», que se ha publicado en el especial de verano (nº 332-333) de la revista Quimera (el texto completo se puede leer aquí).
Torné se refiere a ella como «la gelidez con la que Marías trata a discípulos y jóvenes [escritores]».
Recuerdo la cara de decepción con la que se quedó un joven latinoamericano que me precedía en la cola dispuesta para la firma de libros de Javier Marías (Madrid, 1951) en uno de los puntos de venta de la Rambla de Catalunya en la festividad de Sant Jordi de 2010, en Barcelona. El chico, de menos de 30 años, sacó de su mochila un manuscrito que, con más emoción que tino, quiso entregar a Javier Marías, para encontrarse más con el fastidio que con la indiferencia de un ya-no-tan-joven Marías que daba a entender con el gesto levemente contrariado su agobio por tales demandas, que se le suponen variadas y múltiples.
Javier Marías, con educación, le contestó que tenía mucho trabajo y que lo sentía, pero que no podía comprometerse a aceptarle el manuscrito. Sin embargo, mis ojos vieron también cómo el ya-no-tan-joven Marías se guardaba en el bolsillo de la americana una carta que le entregaba la persona que venía detrás en la cola: una ya-no-tan-joven, pero ruborizada admiradora .
Claro que no es lo mismo, pero justo por ello, sirve para evidenciar tal vez lo que dice Torné: Javier Marías muestra una indiferencia brutal para con los adláteres, aunque no así con sus admiradoras.
Prefieriría pues el halago al compadreo, por así decir.
Lo cual no es bueno ni malo en sí mismo, y cada cual puede cultivar su vanidad propia del modo que le resulte más conveniente.
Ahora bien, a mí me resulta extraño, y siempre me resultó extraño. Por varias razones: porque como el mismo Javier Marías ha manifestado en multitud de ocasiones «los tiempos actuales en los que se exige una inmediatez permanente también suponen un problema para encontrar el poso necesario para dar con una voz propia» [1. Javier Marías afirma que si le ofrecieran algún premio estatal no lo aceptaría. Agencia Efe. 29-Julio-2011], algo que él confiesa que consiguió en su cuarta o quinta novela.
Pero para que hubiesen ya no cuatro o cinco novelas, sino una segunda, hubo necesariamente que existir una primera (publicada). Y esas primeras novelas, como todo el mundo sabe, Marías las consiguió editar gracias a la ayuda de don Juan Benet. Lo mismo que sus colaboraciones en El País fueron cosa también de Benet.
No sólo favoreció a Marías, el señor Benet, sino a muchos otros, como también es sabido. Félix de Azúa, entre ellos, por poner un ejemplo, quien ahora se dedica a loar las beldades del escritor argentino Patricio Pron, sin ir más lejos. Lo cual, en un orden jerárquico como es el literario, es lo lógico y, hasta cierto punto, lo deseable.
Vila-Matas, otro escritor a quien también se le favoreció la publicación y la entrada en los diarios desde bien joven, hace las veces de maestro de escritores nuevos, siempre atento a la literatura contemporánea.
E igualmente Juan Goytisolo, Muñoz Molina o Pere Gimferrer, y Piglia, Vargas Llosa o Fogwill o entre los latinoamericanos.
Suele ser la actitud normal: el escritor veterano presenta en sociedad al escritor novel. Y es que hay un dicho castellano que dice que «es de bien nacidos ser agradecidos». En otras palabras: se espera de quien ya está establecido que favorezca el relevo generacional.
Javier Marías cumplirá 60 años el próximo 20 de Septiembre. Quizá de ahora en adelante sea el momento en el que, más o menos finalizada su obra mayor, se dé Marías a los otros, a los escritores más jóvenes.
Piensen pues que tal vez aquellos volantines que hacía Marías en el paseo de Recoletos, a la salida del Café Gijón, allá por los años setenta del siglo pasado, para ganarse las atenciones de Benet, no sean tan diferentes de eso que refiere Torné, «esa sensación de que mientras nos autoexplotamos trabajando gratis los jóvenes escritores de menos de 45 años lo daríamos todo (diríamos cualquier cosa, ¡la pondríamos por escrito!) a cambio de un abrazo».
Ese mismo abrazo que buscaba -cuarenta años atrás- el joven Marías.
Así que no desesperen, que todo llegará.
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*la fotografía es de Gonzalo Cruz.
es autor del libro de relatos Fin de fiestas (Suburbano, 2014), además de crítico literario y miembro de la AECL (Asociación Española de Críticos Literarios). Escribe sobre arte y cultura para diferentes medios impresos y digitales. Forma parte del equipo editorial de Hermano Cerdo.
Lo que yo había sacado en claro del artículo (y que creo estás de acuerdo con ello) es: Javier Marías no es popular entre los jóvenes escritores porque no les ayuda (a lo que tú agregas, y les quita a las groupies).
Yo digo, bravo, señor Marías, por no caer en el club del autoelogio, el amiguismo y el padrinazgo y dejar que la literatura siga su cauce. La mejor ayuda que puede dar a los jóvenes escritores es que lean su obra.
Estoy de acuerdo con tu apreciación, René. La mejor manera de que se guíe un escritor joven será siempre la lectura no solo de los clásicos sino también de la mejor literatura coetánea. Pero uno también observa con cierta alarma la loa excesiva e infundada que se da a ciertos autores noveles en los medios españoles. Raya en ocasiones la publicidad gratuita y, pudiérase añadir, engañosa.
Curioso que el señor Montfort incurra en su artículo en los mismos hábitos que el señor Torné ridiculiza con ironía en su artículo.
También es curioso la cita entresacada: ese plural de cortesía parece otra malicia del señor Torné, ya que, hasta dónde sé, GT no tiene presencia en la red.
D.
Querido Daniel,
te invito a que revises tu concepto de lo malicioso:
http://www.revistadeletras.net/?s=gonzalo+torn%C3%A9
Saludos
J.S. de Montfort
Dos artículos, y políticos, una presencia arrolladora, vamos.
El artículo es un sopapo a la nocilla y a muchas revistas digitales.
Me temo, señor Montfort, que ha hecho usted el ridículo.
René,
pues sí, la verdad es que no es muy popular entre los jóvenes escritores, Marías, a pesar de que se le reverencie y admire en secreto. Lo que pasa que en público queda feo decirlo, por miedo a quedar como un bobo, pues ya es sabida su indiferencia; por ello, se prefiere la puñalada o el intento de cinismo, es pura autodefensa. Postmoderna, me gustaría añadir.
Pero, por sobre todo, me parece que no se le perdona el que haya triunfado internacionalmente.
Jorge,
lo de la publicidad gratuita es la «estética relacional» de la que habla Torné y a la que justamente no juega Marías. Allí se halla a mi parecer la base del asunto.
Daniel,
te agradecemos tu aportación.
Saludos a todos.
J.S. de Montfort
Pues a mí lo más gélido de Marías me parece precisamente su prosa… Yo no le admiro… Ni siquiera en privado. Me parece un juntaletras muy bobo y anodino.