¿No siempre se siente feliz? ¿Cree que quedarse en paro es una putada y no una oportunidad? ¿Está convencido de que algo llamado Poder de la Atracción sólo puede ser una farsa? Bien, entonces, continúe leyendo.
Cuando a Bárbara Ehrenreich le diagnosticaron un cáncer de mama se dio cuenta de que lejos de poder cabrearse, gritar y deprimirse, la tendencia imperante era dar las gracias a la vida y sonreír. Y de ahí su libro, Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo (dedicado a los “protestones del mundo»), un ensayo que analiza cómo el pensamiento positivo, cuyas raíces Ehrenreich sitúa a mediados del siglo XIX, ha ido calando en la sociedad estadounidense hasta provocar las más absurdas (y a veces también peligrosos) situaciones.
La autora, que es columnista de periódicos como The Guardian o The New York Times, empieza el libro con una zambullida (obligada) a la cultura “del lacito rosa”, un descenso al infierno del cáncer de mama pero también a la negación de sentimientos tan humanos como el dolor o la rabia. Y desde ese punto de partida, Ehrenreich analiza con precisión, escepticismo e ironía como el pensamiento positivo obliga a las enfermas a sentirse felices y, peor aún, responsables de su recuperación o recaída, según su estado de ánimo. Esta actitud sólo es posible debido a la creencia popular (que Ehrenreich cuestiona recurriendo a la ciencia) que relaciona cuerpo y mente y, por lo tanto, también enfermedad y actitud. “Sé que tengo que ser positiva en todo momento, que es la única forma de enfrentarse al cáncer… pero me resulta tan difícil… Sé que si me entristezco (…) estoy haciendo que el tumor crezca más rápido”, afirma una enferma en un momento de debilidad a la autora.
Pero Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo no acaba con el cáncer, la autora va analizando cómo la felicidad impostada, tan palpable como una tarjeta de crédito, ha ido ganando terreno hasta extenderse a mundos tan dispares como el de “los trabajadores cualificados en paro”, las mujeres a dieta, los padres que han perdido un hijo en Irak y piden a los telespectadores que les manden “pensamientos positivos” para superar la perdida, o incluso el veterano periodista, Ben Bradlee, quien está convencido de que el fin último del ser humano es la sonrisa sostenida: “¿Qué podemos ser si no somos positivos?”
Piensa en positivo
El libro de Ehrenreich cuestiona verdades absurdas que se han ido asentando en la sociedad como “Piensa en positivo y lo positivo vendrá a ti”, “Dilo y recíbelo” o “Visualiza lo que quieres, y el objeto de ese deseo será atraído hacía ti”, esta última “verdad”, por cierto, ha hecho multimillonaria a la productora de televisión australiana, Rhonda Byrne, quien, con su libro, El secreto, tomó aforismos de autoayuda de acá y de allá y los revistió con un poco de pseudociencia y un poco de magia y ¡ala!, a vivir.
La autora también pone en evidencia cómo en muchos casos estas “creencias” se viven con fanatismo religioso y no hay que olvidar nunca, parece decir Ehrenreich, que ese fanatismo no es inocente ni espontáneo, al contrario. El Pensamiento positivo fomenta que la gente esté mansa cuando la despiden o conformista cuando su gobierno es inoperante o corrupto. De hecho, Sonríe o muere es un libro profundamente político que apuesta por seres humanos rebeldes, que se quejan, lloran, patalean y gritan cuando están enfermos, cuando los despiden del trabajo, cuando su amante los abandona o simplemente cuando se sienten desgraciados. Porque, al fin y al cabo, no lamentarnos y comportarnos siempre con moderación nos hace no sólo seres aburridos (lo cual ya es imperdonable de por sí) si no profundamente conformistas, nada más que homo consumens cabizbajos, eso sí, siempre sonrientes y felices.
(1978) Vive en Barcelona. Era periodista. Ahora todo es más confuso.
Si, el pensamiento positivo puede ser un entrampamiento si se le usa como disfraz, más no como un estado al que se aspira. Ahora, la pregunta más interesante sería para mí: ¿cómo haces para mantenerte feliz todos los días?
Y creo que fijándote sólo en las cosas alrededor no alcanza.
Fé, virtud teologal… la de adeveras digo, no la tontería que venden en muchas iglesias.
Abrazo!
Pablo
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